
León de Saint-Sulpice.
La llegada a la presidencia argentina de Javier Milei, declarado representante de unas derechas nuevas o renovadas de vocación planetaria y contextura global, vino a exponer un cuadro social más antiguo y, si se quiere, poco complaciente a los ojos de toda conciencia progresista. La creciente conmoción que acompañó su fábrica virtual (herida reserva de razonabilidad frente a la violencia gestual y discursiva) intuía bien la inquietante realidad de sus efectos: algunos, poco novedosos en países endeudados como el nuestro, no siempre a la hora de los corsi e ricorsi del capitalismo; otros, próximos al curso socialmente desigualitario y excluyente de otras latitudes; un tercer grupo, directo al corazón de algunas de las pocas certezas del sistema y la dinámica políticos nacionales de los últimos cuarenta años.
Porque, en efecto, si algo expuso aquel resultado electoral fue la fragilidad del virtual consenso democrático que sucedió a la última y sangrienta dictadura militar argentina (1976-1983). O, más benévolamente, la magnitud de las decepciones que aquel concierto amplio –pero no universal–, que asimilaba convivencia política y algún grado de equilibrio social, no pudo, no supo o no quiso evitar (y acaso no estuviera en él hacerlo).
Los alcances y límites de ese ciclo de cuarenta años participan del sustrato de una inédita montante de violencia discursiva y gestual, devenida oficial y capilar, a más de la propiamente represiva; por sus grietas reverberan también otras épocas, mezcladas y a veces mal digeridas, y pulsiones duraderas, entre ellas las que gritan una auténtica “frustración cultural”. Con ropajes libertarios de este orden1, una fuerza nacida sin territorio, renuente a la persuasión, explícita en sus propósitos destructivos y desigualitarios (aunque nunca en todos), capaz de explotar el malestar acumulado de grupos enteros y efectiva en propalar la defensa del más fuerte, llegó a marcar el momento argentino.
Éste, abierto a fines de 2023, no obstante se mueve. Y, desde el errático péndulo que –ballotage y alianzas fácticas mediante– condujo al poder a “La Libertad Avanza”2, al instante en que este dossier se cierra, sus fauces leoninas (tal su auto-representación)3 no han cesado de limarse en la negociación intra-“casta”4; su favor no ha cesado de derramarse hacia viejos y nuevos grupos de interés, en detrimento de lo común; y la degradación de la vida pública argentina no ha cesado de acusarse. Así cundieron facultades especiales y decretos de cuestionable o nula constitucionalidad5, y así una justicia dócil e irreflexiva y un Congreso funcional a la concentración del poder (parcialmente dispuesto, incluso, a abolir su razón de ser) acompañan la liquidación del patrimonio común y el empobrecimiento de gran parte de la población. Todo sobre el fondo de una sociedad en parte paralizada entre (puede presumirse) la expectativa, la abulia y el espanto. O, mejor, todo como síntoma de esa misma sociedad, a la que el resultado contingente/estructural de un ballotage dio ocasión de exponerse.
¿Hasta dónde debería abarcar una mirada retrospectiva para trazar el recorrido que llevó a este desemboque? Podría quizás arrancar en el escenario abierto a partir de la gran crisis social y política de 2001, que reconfiguró el paisaje político-partidario a partir de la centralidad que adquirieran tanto la nueva mutación histórica del peronismo –el kirchnerismo– como la llamada “anti-política”; es decir, la profunda erosión de la legitimidad de la que supieron gozar las agrupaciones partidarias como canales de participación política de amplias capas de la población (y de la cual el kirchnerismo quiso ser su reverso re-politizador). Acaso en la polarización, por momentos virulenta y de diálogos cortados, que siguió a la llamada “crisis del campo” de 20086 –de disputa por los aranceles a la exportación–, y escaló discontinuamente desde entonces en órdenes muy variados. O atender las décadas precedentes, desde la recuperación democrática hasta el fin del milenio, en las que la desautorización de la palabra presidencial y la entronización de una política-espectáculo contribuyeron tanto o más que los sucesivos quebrantos económicos a dicha deslegitimación. O, en todo caso, retrotraerse a la dictadura de 1976, al terrorismo de estado y sus efectos sobre el cuerpo social pero, sobre todo, a las transformaciones económicas que prohijó: una “liberación de las fuerzas productivas” que modificó el tejido colectivo, antaño mucho más estructurado y cohesionado y ahora atomizado y fragmentado.
Como fuere, el resultado de las elecciones de 2023 estremeció también la sensibilidad de buena parte de la comunidad historiadora argentina, algunos de cuyos exponentes buscaron alertar durante la campaña electoral sobre los peligros que supondría un triunfo del candidato “libertario”. Lo que entonces era temida eventualidad se convirtió en innegable factum7, iluminando una coyuntura que obliga a poner bajo el signo de la duda una serie de postulados que sustentaban las posibilidades de entender nuestro presente en función de su pasado: a la ya referida validez del “consenso democrático” que habría logrado construirse a partir de 1983 pueden sumarse la revisión de otras antiguas certezas, tanto sobre la voluntad igualitaria de nuestras bases populares plebeyas como cuanto sobre el real peso de los valores culturales de unas clases medias en las que por tanto tiempo quisimos depositar la clave de nuestra idiosincrasia nacional.
La pregunta por cómo es pensable aquel resultado es también por aquello que lo hizo posible. Nuestra disciplina tiene un triste registro de demasiadas extrañas derrotas, que ensayó absorber en una trama que disolviera en cierto grado su indigeribilidad, al colocarlas en una secuencia pasible de ser narrada. Integramos los nudos acontecimientos en madejas procesuales para poder tolerarlos; miramos el presente desde el mirador de la historia en la esperanza de encontrarle algún sentido que lo vuelva apenas menos angustiante. Pero el dramatismo de ciertos episodios se resiste a esos entramados tranquilizadores, cuestionando incluso la validez de un “sentido”, tal como arriesga una de las colaboraciones de este dossier.
En todo caso, ¿hay algo que los historiadores puedan añadir sobre esto en tanto tales? ¿Y algo en el momento argentino que merezca más atención que las escenas psicodélicas y sombrías que embargan el mundo…? La pregunta no es novedosa; estaba ya contenida en dos textos de Tulio Halperin Donghi consagrados a los años treinta, que iban de una clave de explicación externa (por el impacto de una crisis mundializada y no apenas económica) a otra centrada en la arena local que había incubado la impopularidad del sistema democrático, hasta hacer de la Argentina una “república imposible”8 Prolongar la analogía resulta tanto más tentador en tanto Milei, líder del definido “anarco-capitalismo” vernáculo, ubica en el experimento democrático entonces cerrado por el golpe de estado de 1930 el origen de los males nacionales: del “estatismo”, “colectivismo”, “socialismo” o “comunismo”, dice indistintamente. Aun sin avanzar por esa vía, no es difícil ver que el fenómeno en cuestión no pudo nacer –y sobre todo crecer– en un vacío de sociedad.
Por lo demás, reconocer la familiaridad de la actual experiencia argentina con otros fenómenos contemporáneos (también estridentes, violentos y dados a las rupturas ostentatorias) no puede sino alentar una comparación controlada, capaz de iluminar lo que los asemeja y, sobre todo, los separa. Este dossier, confiamos, ofrece algunos elementos para ello. Los textos que le dan forma coinciden en las señaladas inquietudes, e intentan comprender la Argentina del episodio Milei desde una historia especialmente atenta a algunas de sus aristas simbólicas: ¿qué empieza con su irrupción, qué termina con él? ¿De qué racionalidad es tributaria su victoria, de qué emociones son hijas sus pasiones? ¿Y qué rol cabe –si alguno– en este escenario, no apenas para la historia sino para nosotros, sus practicantes, historiadores e historiadoras?
Marina Franco lee el fenómeno a la luz del resquebrajamiento del aludido “pacto democrático” y propone un final de ciclo político e ideológico que, reconociendo antecedentes próximos, se expresaría ahora de manera abierta y desembozada. Beatriz Bragoni ofrece un panorama de los usos del pasado manifiestos en la política “libertaria” y de las reacciones que despertaron en el gremio historiador, siempre tensionadas entre su voluntad de actuar y sus posibilidades de incidencia efectiva. Guiado por una inquietud semejante, Omar Acha repasa algunas de esas respuestas e invita a asumir un pesimismo historiográfico conforme a una crítica radical de las concepciones progresistas del pasado nacional y diverso de algunas de sus alternativas. La entrevista a Enzo Traverso, por su parte, procura devolver la peculiaridad argentina a la tormenta más vasta en la que es inevitable (aunque no suficiente) leerla. La del ascenso de unas fuerzas que -reconociéndose parte de una derecha radical o extrema, y siéndolo en sus rasgos sustantivos- muestran “nuevas (y variadas) caras”, de la que la Argentina sería un laboratorio.
Notes
1
En 1930, Freud distinguía entre el “ímpetu libertario” reparador de injusticias y aquel que expresaba el rechazo visceral a las restricciones impuestas a los instintos por la cultura, por ende, hostil a ella. Respecto de esta “frustración cultural”, anotaba: “si no se compensa económicamente tal defraudación, habrá que atenerse a grandes trastornos”. Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Buenos Aires, Alianza, 1992 [1930], pp. 39-42.
2
Tal el nombre del partido con el que Javier Milei accedió a la presidencia de Argentina en las elecciones de 2023, de aquí en más LLA.
3
La imagen de un león rugiente ha sido utilizada repetidamente por LLA como emblema, tanto por el propio Milei como por sus partidarios.
4
La “casta” constituyó el blanco dialéctico principal del discurso de campaña de Milei, un universo vagamente definido que puede referir tanto al mundo de la política tradicional (“los políticos”) como al de la gestión estatal (ambos acusados de beneficiarios del favor estatal), cuanto elastizarse hacia el empleo público o aquellos presuntamente favorecidos por las políticas públicas (receptores de subsidios, ayudas sociales, etc.). En este último punto, las medidas han sido menos radicales que las esperadas por sus votantes más fervorosos, puesto que también son políticas demandadas por el propio Fondo Monetario Internacional.
5
A pocos días de su asunción, el presidente Milei emitió un decreto de necesidad y urgencia (DNU) que permitía al Poder Ejecutivo sortear límites y controles previstos constitucionalmente; se trata del DNU 70/2023 (20/12/23). Su complemento legislativo fue la “Ley bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos” (27.742), cuyo título evoca el del texto que Juan B. Alberdi ofreciera en 1852 como plataforma para la constitución argentina. La ley –enjundiosa, olímpica y descoyuntada– fue sancionada el 27/6/2024, e implicó el otorgamiento al ejecutivo de “facultades delegadas”, orientado a la implementación de una nueva “reforma del estado” (tal su segundo título), de amplio impacto respecto del patrimonio estatal, el empleo público, las condiciones laborales generales, entre otras cosas. La reciente decisión (DNU 179/25, 10/3/25) de contraer nueva deuda con el Fondo Monetario Internacional a través de otro decreto (es decir, sin la autorización del Congreso Nacional que exige la normativa constitucional) continúa y profundiza tales iniciativas.
6
Algunas de sus reverberaciones tardías pueden leerse en “José Artigas, un héroe en debate”, dossier coordinado por José Rilla y Ana Clarisa Agüero en el número 9 de esta misma revista.
7
Ya tras su victoria, vio la luz el documento “Milei ante la historia argentina”, que recibió la adhesión de centenares de historiadores e historiadoras, tanto en Argentina como en el exterior, y que puede consultarse aquí.
8
Tulio Halperin Donghi, La Argentina y la tormenta del mundo, Buenos Aires, S XXI, 2003 (cuyo título evoca el del dossier) y La República imposible (1930-1945), Buenos Aires, Ariel, 2004.
Bibliographie
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Buenos Aires, Alianza, 1992 [1930].
Tulio Halperin Donghi, La Argentina y la tormenta del mundo, Buenos Aires, S XXI, 2003.
Tulio Halperin Donghi, La República imposible (1930-1945), Buenos Aires, Ariel, 2004.