La serie 14 de Abril. La República
Professeur

(Chemnitz University of Technology - Institut des Études européennes)

¿Una propuesta de memoria cultural de la República?

Teniendo en cuenta la compleja memoria histórica de la Segunda República a lo largo del siglo XX, la serie 14 de Abril. La República sorprende por muchos motivos, incluso en el marco del boom de memoria de inicios del siglo XXI. En primer lugar, por su título claro y contundente, que parece anunciar una memoria de la Segunda República asertiva y sin complejos. En segundo lugar, sorprende su “lugar de enunciación”1 en el primer canal público de España y en la franja de más audiencia (lunes a las 22:15 horas). Por último, sorprende también la narrativa que se ofrece de lo que fue el periodo de 1931 a 1936 y que busca transmitir una memoria positiva de la Segunda República, librándola del estigma de causante de la Guerra Civil.2

14 de Abril. La Repùblica (Diagonal TV / TVE)

14 de Abril. La Repùblica (Diagonal TV / TVE)

En mi contribución defiendo que la serie 14 de Abril. La República ofrece una propuesta de “memoria cultural”3 de la Segunda República, o sea, una memoria colectiva imaginada y homogénea, potencialmente capaz de agregar a distintos grupos sociales gracias a una narrativa consensual. Esta propuesta consensual contrasta, por un lado, con la multiplicidad de memorias sociales desde abajo (manifestaciones a favor de la república, inauguración de monumentos y placas conmemorativas de la Segunda República, vandalismo contra dichos  monumentos, etc.), que se caracterizan por su carácter heterogéneo y conflictivo, y contrasta, por otro lado, con las políticas oficiales de memoria, que evitan las referencias demasiado claras a la Segunda República. El análisis de técnicas cinematográficas como la recreación de escenarios, el tratamiento de los personajes y su entrelazamiento con el referente histórico permitirá concluir que la serie crea una narrativa de un pasado lejano compatible con los valores de las generaciones nacidas ya en plena transición democrática y, por lo tanto, más consensual que la narrativa heredada del franquismo. Sin embargo, el simple hecho de que la serie fuera realizada y su primera temporada fuera retransmitida durante el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y que, en cambio, la segunda temporada no haya sido emitida bajo el gobierno conservador de Mariano Rajoy y haya tenido que esperar al gobierno socialista de Pedro Sánchez, nos muestra que esta propuesta de memoria cultural no ha obtenido hasta ahora el consenso necesario para que la Segunda República se transforme en un lugar de memoria4 de la sociedad española contemporánea.

Memoria contemporánea de un pasado lejano

En la edición del periódico El País del 14 de abril de 2017, Jorge M. Reverte evocaba la proclamación de la Segunda República con estas palabras:

En mi entorno ya no queda gente viva que pudiera contar sus experiencias de aquel día de júbilo y de liberación. El 14 de abril de 1931, hace la friolera de ochenta y seis años, España, comenzando por Éibar, se declaró republicana, poniendo fin a muchas décadas de corrupción y decadencia. Algunos de los que yo conocí sabían identificarse entre el gentío que se veía en las fotos de la Puerta del Sol de Madrid. Era un orgullo que no tenía contestación posible, porque era imposible discernir en aquel tumulto los rostros de los que se subían a las farolas de la plaza. Bastaba para alumbrar el alma del curioso reconocer los rasgos faciales de Niceto Alcalá Zamora y su compañía. Con los testigos directos del acontecimiento se han ido esfumando los contenidos concretos del cambio de civilización que vivía nuestro país en aquellos días. Poco a poco la República ha ido convirtiéndose en una abstracción5.

Reverte menciona un aspecto clave de la memoria de la Segunda República en la España contemporánea. El tiempo que nos separa de los años de 1931-1936 – la “friolera de ochenta y seis años”, a la que el autor se refiere – supone que cualquier intento de recuperación de la memoria de la Segunda República hoy en día tendrá que hacerse ya sin los testigos de aquellos que vivieron esa época. En 2017 ya nadie podía reclamar reconocerse en las fotos de júbilo sacadas el 14 de abril de 1931, y eso trasforma nuestra mirada hacia ese pasado ya longincuo. Pero, ¿qué es lo que cambia concretamente? ¿Qué pasa con la memoria cuando los testigos ya no viven entre nosotros para contarnos sus experiencias del pasado? Y, ¿si ese pasado es tan distante que ya no nos quedan testigos personales, a qué se debe el afán de recuperar la memoria de esa época en siglo XXI?

En los años 90 del siglo XX, los teóricos alemanes Jan y Aleida Assmann elaboraron algunas consideraciones sobre las repercusiones que conlleva el cambio generacional en la relación que las sociedades establecen con su pasado colectivo. Sus observaciones nos pueden ayudar a entender las implicaciones de la memoria contemporánea de la Segunda República. Los autores parten del principio defendido por Maurice Halbwachs en Mémoire collective de que no solo la memoria individual se forma dentro de los límites impuestos por la sociedad6, sino que, además, existen formas supraindividuales de memoria, o sea, hay un conocimiento del pasado compartido por los miembros de una comunidad que sirve para consolidar una identidad colectiva. Pero los Assmann van más allá y distinguen dos dimensiones de memoria colectiva: la memoria comunicativa y la memoria cultural.

Con el concepto de memoria comunicativa, los autores se refieren al conocimiento del pasado que se transmite de generación a generación a través de los procesos de comunicación interpersonal. Son los testigos de un acontecimiento importante para la comunidad los encargados de su memoria de la experiencia vivida a las generaciones más jóvenes, las cuales reciben así un conocimiento del pasado de segunda mano. Dado que cada testigo es un individuo con una experiencia individual (aunque socialmente conformada) del pasado, la memoria comunicativa es heterogénea, o sea, existen tantas memorias comunicativas de un acontecimiento como testigos. Las memorias de la Segunda Guerra Mundial que sus coetáneos han transmitido a los sucesores durante décadas cubren todo el abanico posible de experiencias vividas por cada individuo en esa época. Unos recordarán los bombardeos, otros la guerra en el frente, otros aún la lucha por sobrevivir los campos de concentración. La memoria comunicativa se transmite de forma poco reglamentada. Cualquier encuentro entre un testigo abierto a contar su experiencia y alguien dispuesto a escucharla puede ser un momento de transmisión de memoria comunicativa. Teniendo en cuenta que la memoria comunicativa depende de los individuos y su capacidad cognitiva del recuerdo, esta dimensión de la memoria colectiva está limitada por la longevidad del ser humano7. La generación de alemanes que presenció conscientemente, digamos por lo menos con diez años, la toma de poder de Hitler en 1933, tiene hoy en día más de 90 años. En unos cuantos años no quedará nadie que pueda compartir sus memorias de los años 1933-1945.

El hecho de que la memoria comunicativa desaparezca con los últimos testigos de una época o un acontecimiento no implica que deje de existir una memoria colectiva de los mismos. La memoria colectiva puede sobrevivir en la dimensión de lo que los Assmann llaman memoria cultural y que es todo lo opuesto a la memoria comunicativa. La memoria cultural es una selección de temas del pasado de una comunidad que se evoca en el presente con la función de cimentar una identidad colectiva común. Su transmisión se hace a través de los medios de comunicación de masas y corresponde a lo que Paloma Aguilar Fernández califica de “memoria dominante”8. Los agentes de la memoria cultural son representantes de la comunidad que hablan no en su calidad de individuos, sino como autoridades. El discurso del presidente alemán el 27 de enero de cada año, que conmemora la liberación del campo de concentración de Auschwitz, no es el recuerdo individual del presidente, sino la narrativa consensual de la sociedad alemana sobre el lugar de la Shoah en la identidad colectiva de la Alemania contemporánea. Siendo así, la memoria cultural de un acontecimiento pasado es – al contrario de la comunicativa – tendencialmente homogénea y se transmite de forma ritualizada, a través de discursos proferidos por los más altos representantes de la comunidad, de deposición de flores delante de monumentos, etc. La memoria cultural no depende de los individuos ni de su memoria del pasado, todo lo contrario: la complejidad y heterogeneidad de las memorias de los testigos dificultan incluso la búsqueda de una memoria cultural consensual. La memoria cultural no es, pues, la suma de las múltiples memorias comunicativas, sino una narrativa nueva, construida a través de procesos de negociación de identidad y del pasado.

Así, la memoria cultural no es memoria stricto sensu, ya que un colectivo no tiene la capacidad cognitiva del recuerdo. Más bien, tal y como subraya Aguilar Fernández, los relatos y las tradiciones que constituyen la memoria cultural (a la que llama colectiva) se pueden imaginar, pero no recordar9. Tampoco se puede considerar la memoria cultural como una forma de pos-memoria, en el sentido que le da Marianne Hirsch de transmisión generacional del trauma10. La memoria cultural es una construcción social que consiste en transponer la dimensión individual del recuerdo al ámbito cultural objetivado de grandes colectividades (aquellas que sobrepasan la dimensión de la interacción directa). Los mismos teóricos Assmann se preguntan hasta qué punto en este caso se puede seguir hablando de memoria11. A semejanza de la nación, que Anderson concibe como comunidad imaginada12, la memoria cultural es una memoria imaginada. De hecho, la memoria cultural no es más que una metáfora, pero una metáfora fuerte, que nos hace creer que toda una sociedad se junta en un día especial para recordar (con-memorar) un acontecimiento que nadie vivió personalmente, pero que todos conocen y saben que es importante para la identidad colectiva. Puesto que la memoria cultural es una metáfora, la sociedad tiene que recurrir a prótesis para mantener la ilusión de una colectividad capaz de recordar su pasado. Monumentos, discursos, libros o películas son solo algunos ejemplos de prótesis de memoria13, ya que tienen el poder de actualizar una visión del pasado que los miembros de una comunidad no han vivido necesariamente.

El hecho de que la memoria cultural no dependa de los testigos y por eso pueda referirse a cualquier acontecimiento del pasado por lejano que sea, la acerca a la labor de los historiadores. Tal y como la historiografía, también la memoria cultural es selectiva, ya que construye la identidad colectiva a partir de una selección limitada de acontecimientos del pasado. Además, la memoria cultural busca una relación emocional con el pasado. A través de una narrativa simple y de una valoración clara, los representantes de la comunidad trasmiten una interpretación inequívoca del pasado susceptible de llegar a cada uno de los miembros de la comunidad14.

Una colectividad, por más reducida que sea, no llega nunca a tener una propuesta consensual del pasado. Sin embargo, los estados modernos  se caracterizan por el empeño en construir y hacer circular versiones homogéneas del pasado colectivo. Esto sucede de varias formas, dependiendo de la organización de cada sociedad. Mientras que los regímenes dictatoriales disponen de dispositivos como la censura, la represión y la centralización de la educación y la cultura, que facilitan la imposición de una memoria cultural homogénea y hegemónica, en las democracias los procesos de negociación de la memoria cultural son más complejos, ya que envuelven varios actores sociales y dependen de una interpretación del pasado compartida por la mayoría. La memoria cultural del pasado germánico construida en la época de la dictadura nazi fue el resultado de una imposición rápida de una interpretación del pasado, mientras que el monumento del Holocausto, inaugurado en Berlín en 2005, ha sido el punto de culminación de largos procesos de negociación de la memoria del Holocausto, en los cuales estuvieron implicados representantes de la comunidad judía y de la comunidad gitana de los Sinti y Roma, de la alcaldía y del senado de Berlín, del parlamento alemán, etc. Sin embargo, también las propuestas oficiales son contestadas, más aún en sociedades democráticas y globalizadas, en las que, como subraya Marc Crinson, diferentes grupos sociales se apropian cada vez más del espacio público – sean las ciudades o los social media – para expresar memorias alternativas y, a menudo, incluso contrapuestas a la narrativa oficial15.

Aunque ambas dimensiones de la memoria colectiva – la memoria comunicativa y la memoria cultural – puedan coexistir simultáneamente, también es verdad que hay momentos clave de transición, en los que la memoria de un acontecimiento o una época pasa de la esfera comunicativa a la cultural. Estos momentos tienen lugar cuando los miembros de una sociedad toman conciencia de que los testigos de una época importante del pasado pronto desaparecerán. Estos momentos de transición se caracterizan por debates más o menos amplios y abiertos – en sociedades democráticas – sobre el pasado. Los debates se desarrollan alrededor de dos cuestiones fundamentales. La primera es la cuestión de si la sociedad está dispuesta a seguir recordando el acontecimiento pasado, después de que no queden más testigos que puedan transmitir sus memorias a las generaciones posteriores. La segunda cuestión tiene que ver con el cómo se pretende recordar el pasado. Si los testigos personales se llevan a la tumba sus múltiples recuerdos, la única posibilidad de seguir recordando el pasado es transferirlo a la esfera de la memoria cultural. Estos momentos suelen ser acompañados de la grabación de testimonios en suporte audiovisual para garantizar la transferencia de memoria, como lo que la Fundación Shoah de Spielberg había hecho en los años noventa con relación al Holocausto.

Sin embargo, la especificidad del siglo XX español ha contribuido a que el proceso de pasaje de la memoria comunicativa de la Segunda República al ámbito de la memoria cultural sea sui géneris. La memoria cultural de la Segunda República que ha sobrevivido hasta nuestros días está basada en la estigmatización a que fue sujeta la república durante la dictadura franquista. Tanto es así que fue interpretada como símbolo de la amenaza comunista y de la conspiración judeo-masónica y vista como causante de los conflictos políticos y sociales de los años treinta e incluso de la Guerra Civil. Las tímidas iniciativas en la Transición para liberar la república de este estigma16 no han podido traspasar la esfera local17. A su vez, el proceso de transferencia de memoria a que estamos asistiendo desde inicios del siglo XXI ha llegado tarde para la Segunda República. Si es verdad que ha habido un esfuerzo de una parte de la sociedad española en recuperar los testimonios de los que lucharon al lado de la República en la Guerra Civil y de los represaliados de la represión franquista18, también lo es que la memoria personal de quienes han vivido los años anteriores al pronunciamiento del 18 de julio de 1936 ha quedado más fragmentada y limitada a autobiografías.

La recuperación de la memoria de la Segunda República en el siglo XXI está, por consiguiente, limitada al ámbito cultural, ya que son pocos los testigos que quedan para comunicarnos sus experiencias de entonces. Es de este proceso que nos habla Jorge M. Reverte en su nostálgica evocación de la República citada en el inicio de este texto. El periodista añora los contenidos de los testigos directos de la República y lamenta que, con la desaparición de quienes la vivieron, la República se haya transformado en una abstracción. Esa abstracción de que habla Reverte no es más que la interpretación mínima e imaginada de lo que esa época significa en la España de hoy. La nostalgia de esa memoria directa ahora perdida para siempre que se desprende de su comentario revela un juicio de valor común en la temática de la memoria: la idea de que las memorias directas de los testigos – las memorias comunicativas – nos permiten un mejor conocimiento del pasado que la memoria cultural, más abstracta e indirecta. Sin embargo, ambas formas de memoria son auténticas y verdaderas, ya que ambas revelan las necesidades del presente que evoca el pasado. Sea por la voz de los testigos, sea a través de películas, documentales, monumentos o libros, la República es pasado presente19, ya que es un tema del pasado evocado en el presente y hecho para dar sentido a la sociedad en el presente. Veamos, entonces, qué narrativa – qué memoria imaginada – de la Segunda República ofrece la serie 14 de abril. La República y qué sentido se da al presente a partir de esa narrativa.

La serie 14 de abril. La República: una propuesta de memoria cultural

14 de abril. La República es una serie de ficción histórica dividida en dos temporadas. La primera temporada, compuesta por trece episodios, fue retransmitida por primera vez entre enero y abril de 2011 en RTVE1 y abarca el periodo que va desde la proclamación de la República hasta septiembre de 1932. La segunda temporada, que estaba prevista para 2012, pero hasta hoy no ha sido retransmitida, consta de diecisiete episodios, en los que se retoma la acción en septiembre de 1932, terminando el 18 de julio de 1936. La serie fue dirigida por Jordi Frades, el guion es de Virginia Yagüe, conocida ya por los guiones de series de ficción histórica como Amar en tiempos revueltos (RTVE1 2005-2012) y La señora (RTVE1 2008-2010, dirigida también por Jordi Frades), de la cual 14 de abril. La República es un spin-off. Tanto en sus producciones20 como en su labor institucional,21 la guionista se distingue por su compromiso con la defensa de los derechos de las mujeres. Este tratamiento preferencial de las mujeres está presente también en 14 de abril, como veremos más adelante. Como es típico de las series de ficción histórica, también 14 de abril contó con el respaldo científico. El catedrático de Historia de la Universidad Carlos III de Madrid, Ángel Bahamonde, fue el asesor de la serie.

14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE)
14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE)

14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE)

Sinopsis

El argumento de 14 de abril. La República tiene como epicentro los De la Torre, una influyente familia de terratenientes que vive en Madrid pero mantiene una finca no lejos de la capital. En el breve prólogo del primer capítulo se entrelaza la trama de La Señora con 14 de abril y se sitúa la acción precisamente en el 14 de abril de 1931, con imágenes ficcionales del pueblo celebrando y dando vivas a la República por las calles de Madrid.

El hecho de centrar la acción en la casa de los De la Torre, pero también en su finca, permite crear un retrato diversificado de los conflictos sociales y políticos que algunas de las reformas  de los gobiernos de Niceto Alcalá-Zamora y Manuel Azaña desencadenaron en el primer bienio republicano. El causante de la tensión en el entorno de esta familia no son las medidas mismas del gobierno, sino la reacción ortodoxa del jefe de familia, Agustín de la Torre. El abogado se niega a sembrar las tierras como forma de oposición política a la República, incluso antes de que la Reforma Agraria haya sido decretada y cuenta en un inicio con el respaldo, aunque indeciso, de su mujer Leocadia. Al conocerse su intención de no sembrar en la finca, los jornaleros se rebelan no solo contra Agustín, sino también contra el guardés de la finca, Antonio Prado, y su hijo Jesús, que se encuentran en el medio de los conflictos, ya que se sienten fieles a ambas partes. Grupos de anarquistas de la CNT y FAI, representados por Ventura Ascaso, empiezan a politizar a los jornaleros, intentando convencerlos de que se afilien a los sindicatos, argumentando que son estos y no el gobierno electo quien defenderá sus derechos.

14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE)
14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE)

14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE).

Ante las dificultades, el hijo mayor de Agustín y Leocadia, Fernando de la Torre, abandona la vida bohemia que llevaba y asume el compromiso de velar por los intereses de la familia. Como consecuencia, Fernando decide casarse con Mercedes León, hija del rico e influyente banquero Francisco León, para que este conceda un crédito para compensar las pérdidas financieras por no haber sembrado. Sin embargo, justo el día en que se formaliza la relación, la hija del guardés Antonio Prado, Alejandra, regresa a Madrid, después de haber estudiado en Paris con el apoyo de Leocadia, quien siempre ha dado un trato especial a Alejandra y que no ha recibido su hermano Jesús. Al ver Alejandra, Fernando se enamora de ella y cambia al mismo tiempo de orientación política. Fernando se enfrenta a su padre, poniéndose al lado de los jornaleros y prometiéndoles que las tierras se sembrarán.

Alejandra empieza a trabajar para el gobierno de la República al lado de Encarna Alcántara – un personaje ya conocido de La Señora – en la Comisión de la Reforma Agraria en el Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio. Al ver que la relación de Fernando y Alejandra se intensifica, Mercedes revela a Alejandra un secreto que Leocadia y Agustín han mantenido durante décadas: Alejandra no es hija de Antonio, sino de una mujer que había trabajado en la casa de los De la Torre. Para no sufrir represalias en la sociedad de entonces, la mujer ingresó en un monasterio y Leocadia entregó Alejandra a Antonio y su mujer para que se hicieran cargo de la niña como si fuera su hija. Mercedes insinúa a Alejandra que ella podría ser hija de Agustín y, consecuentemente, hermana de Fernando. Alejandra rompe la relación con Fernando sin explicarle la razón e intenta seguir su vida al lado de un joven republicano que se encarga de llevar teatros de títeres al campo en el marco de las misiones pedagógicas del gobierno republicano. Bajo la presión de su padre, Fernando por fin se casa con Mercedes para garantizar el crédito de Francisco León. Al mismo tiempo, crea – también bajo la influencia de Agustín y de sectores del clero – el partido Acción Popular con el objetivo de defender los intereses de los terratenientes y de la iglesia.

14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE)
14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE)

14 de Abril. La República (Diagonal TV / TVE).

A parte del clero, también Hugo de Viana frecuenta asiduamente la casa de los De la Torre. El militar conservador es uno de los implicados en la Sanjurjada del 10 de agosto de 1932. Como consecuencia del golpe fallado, el gobierno de Azaña decide avanzar en la promulgación del Estatuto de Cataluña y de la Ley de Bases de la Reforma Agraria. Alejandra y Encarna terminan las listas de las fincas que reúnen los criterios de expropiación, entre las cuales se encuentra la de los De la Torre. Para evitar la expropiación, Agustín acepta sembrar, pero ahora son los jornaleros los que se niegan a hacerlo, con la esperanza de ver las tierras en manos de quien las trabaja una vez aplicada la ley. Es en ese momento de tensión que Leocadia decide revelar toda la verdad respecto a Alejandra como manera de solucionar el conflicto. Alejandra no es hija de Agustín, sino del hermano ya fallecido de Leocadia. Él hubiera sido el legítimo heredero de la familia. Siendo Alejandra su hija, es ella la heredera. En un momento crucial de enfrentamiento entre los jornaleros y la Guardia Civil comandada por Agustín, Alejandra confiesa su verdadera identidad a los jornaleros y les promete garantizar sus derechos, con lo cual los jornaleros aceptan sembrar la tierra. A pesar de esto, alguien dispara contra la Guardia Civil, produciendo un enfrentamiento del que Jesús sale herido o muerto. Así termina la primera temporada, de forma que el destino de Jesús, de todos los otros personajes y de la República queda pendiente de la retransmisión de la segunda temporada.

Aunque la casa y la finca de los De la Torre sea el epicentro de la acción, hay otros lugares satélite que completan este retrato de los primeros años de la República. El cabaré propiedad de Amparo Romero, alias Sonia Ivanovna, es uno de ellos. Amparo es hija de una española que ha abrazado la causa comunista y se ha trasladado a la Unión Soviética tras la Revolución. Amparo ha sido educada para defender la revolución y esa es precisamente su misión en Madrid. Antes de llegar a la capital, había pasado algunos años de su vida en Berlín, donde aprendió que los cabarés son importantes fuentes de información que pueden ser útiles en el camino hacia la revolución22. Amparo mantiene una posición ambigua hacia los anarquistas. Por un lado, apoya a Ventura en su plan de atentar contra Alcalá-Zamora, pero por otro lado lo denuncia. En el cabaré de Amparo, llamado El Alemán, así como en el café El Ateneo coinciden personajes de los más variados grupos sociales. Por ejemplo, son el punto de encuentro de los cuatro amigos de la infancia, Fernando, Jesús, Mercedes y Alejandra, que disfrutan de la vida de Madrid desafiando las barreras sociales. Y es también aquí que tanto militares conservadores como anarquistas organizan sus respectivas conspiraciones para acabar con la República.

A parte del cabaré y del café, el piso de Encarna es otro espacio importante donde se hacen visibles los demás conflictos de la República. Encarna es una mujer procedente de un entorno rural de Asturias que acude a Madrid para defender la República y el voto femenino. Aunque sea una republicana convencida, Encarna sufre por haber dejado su entorno y su hijo atrás por una causa que a veces le parece perdida. A casa de Encarna acude tanto su compañero del Partido Socialista, que le trae las novedades de los debates parlamentarios sobre el voto femenino, como Amparo la comunista. Además, Ventura, pareja de Encarna y anarquista, también es un visitante asiduo. Sin embargo, pronto su relación se hunde debido a las distintas visiones que ambos tienen sobre el futuro de España. Finalmente, también se utiliza la cocina de los De la Torre como espacio para hacer algunas reflexiones sobre la renovación de costumbres consecuencia de la República. Esto se puede observar, por ejemplo, cuando el pasante de Agustín, Rafael, se enamora de Ludi, una de las servidoras de la casa, y se plantea usar el nuevo derecho al divorcio establecido por la Constitución de 1931 para poder casarse con ella.

Al pasar la historia de la Segunda República a la pequeña pantalla, la serie 14 de abril. La República rescata la memoria de esa época – cuya dimensión comunicativa tiende a desaparecer debido al cambio generacional – al ámbito cultural. Este proceso de transferencia de memoria levanta algunas cuestiones que abordaremos a continuación: ¿Cómo puede una serie dedicada a una época lejana conquistar al público contemporáneo, que no tiene una memoria personal de la misma? ¿Qué interpretación se hace en esta serie de los primeros años de la República? ¿Cómo afecta este proceso a la identidad colectiva, es decir, qué consecuencias tiene para el presente el hecho de incluir esta interpretación del pasado en la narrativa nacional?

Memoria imaginada del pasado

Acerquémonos, en primer lugar, a la cuestión de cómo esta serie pretende cautivar a un público demasiado joven para poder tener una memoria personal de esta época lejana. 14 de abril. La República es una serie de ficción histórica como muchas otras que se han producido y se siguen produciendo en España en el contexto memorialista del siglo XXI23. A semejanza de otras series de ficción como Cuéntame cómo pasó, también en 14 de abril se entrelazan los elementos ficcionales con datos históricos. Pero mientras que en Cuéntame los protagonistas se integran en el referente histórico a partir del montaje digital de imágenes de archivo con material ficcional24, 14 de abril no recurre a material de archivo, pero mezcla personajes y acontecimientos ficcionales con referentes reales. Hugo de Viana, por ejemplo, es un personaje ficcional que, sin embargo, habla por teléfono con Franco y participa en el golpe de estado de Sanjurjo. También Encarna es una figura inventada en la serie, pero se refiere al ministro de Agricultura Marcelino Domingo y escucha los discursos de Clara Campoamor en la radio. Aunque las figuras históricas solo son nombradas y no aparecen en las imágenes de la serie, hay una excepción, cuando en el capítulo 11 José Antonio Primo de Rivera entra en el café El Ateneo.

Este entrelazamiento entre ficción e historia es una das características más poderosas de estos formatos televisivos. A pesar del poder de los nuevos medios de comunicación, la televisión – especialmente los canales públicos, debido a su misión pedagógica y de servicio público25 – sigue desempeñando un papel central en la articulación de narrativas nacionales. Como nos recuerdan Edgerton y Castelló26, la televisión es el medio principal a través del cual la gran mayoría de los individuos se acerca a la historia de su nación. No son los libros de los historiadores ni las clases de historia, sino las imágenes y los discursos transmitidos en la pequeña pantalla los que conforman nuestra imaginación del pasado. La simbiosis entre ficción e historia tiene dos efectos fundamentales que influyen en nuestra percepción del pasado. El primero es el efecto de verosimilitud27. Al mezclar la trama ficcional con referentes históricos conocidos, la ficción que se cuenta aspira a ser reconocida como verdad histórica. Para citar un ejemplo, cuando se muestra el personaje ficcional de Fernando de la Torre como fundador del partido Acción Popular – un referente histórico –, incluso el espectador más distraído se quedará con la idea de que AP fue fruto de la iniciativa de un joven terrateniente. Como subraya Robert A. Rosenstone refiriéndose a las películas históricas, “[f]ilms want to make us think they are reality”28. El segundo efecto es la relación emocional que la ficción histórica permite establecer entre los espectadores y la época o los acontecimientos narrados. La ficción histórica centra la atención en los destinos de los personajes inventados, cuyos problemas, anhelos, sueños y miedos son universales y, por lo tanto, susceptibles de ser compartidos por los espectadores. A través de la relación emocional que se establece con las figuras ficcionales, el drama histórico también hace posible la identificación con el referente histórico. Además, la recreación de escenarios, vestuario o modos de hablar permite crear un efecto de nostalgia – una pieza fundamental que permite conectar a los espectadores con la historia, aunque no la hayan vivido directamente. Así, la verosimilitud y la relación emocional entre espectadores y narrativa contribuyen a la idea de que la historia que se está contando es verdadera y concierne a todos.

También en 14 de abril se establece una relación emocional entre el público y la historia que se cuenta, sea por el efecto de nostalgia, sea por la fuerte identificación con los protagonistas. El efecto de nostalgia – la conciencia de un pasado idealizado como positivo pero irreversible – es una de las técnicas más usadas en la ficción histórica. En series como Cuéntame cómo pasó, la nostalgia se despierta a través de elementos capaces de provocar una “mémoire involontaire”29 en los espectadores, que en parte tienen una memoria individual o generacional de los acontecimientos narrados. El uso de imágenes de archivo, de música de la época o la reconstrucción de escenarios reales provocan la identificación del pasado que se cuenta en la pantalla con el pasado individual, normalmente connotado positivamente por el simple hecho de coincidir con la propia niñez y juventud añoradas30. En cambio, las series que retratan épocas lejanas, como es el caso de 14 de abril, no pueden establecer el vínculo emocional de manera directa. La serie prescinde de las escasas imágenes de archivo de los años 30: debido a su poca calidad visual y su incapacidad de desencadenar un recuerdo personal entre los espectadores, no son adecuadas para ser utilizadas como técnicas de nostalgia. Aquí la nostalgia es indirecta y recurre a elementos ficcionales como la reconstrucción de escenarios y vestuario que suelen presentarse como realistas, pero que más bien han estado adaptados a la estética y al gusto retro y vintage que caracteriza el siglo XXI. Los interiores tienen una estética cuidada y casi museística; incluso los interiores de la modesta casa del guardés Antonio imitan una estética atractiva en el presente, evocando el estilo rural y simple del landhaus contemporáneo. La imagen de fondo de la página oficial de la serie en RTVE es representativa de esta estética. Fernando y Alejandra aparecen con vestuario de la época de color sepia, evocando una fotografía antigua. Si bien es cierto que la nostalgia que se despierta en esta serie mediante el vestuario y los escenarios no tiene la intensidad de series que, como Cuéntame, retratan épocas más cercanas al presente, también es verdad que 14 de abril provoca lo que Appadurai llama una “imagined nostalgia”31, una nostalgia por cosas que nunca han existido. Esta nostalgia por una época que el público no ha vivido contribuye a crear una relación emocional con la misma.

Otro eje que permite a los espectadores simpatizar con la época retratada es el potencial de identificación con los protagonistas. En relación con el cine histórico, Rosenstone hace la siguiente reflexión:

Film insists on history as the story of individuals. Either men or woman (but usually men) who are already renowned, or men and women who are made to seem important because they have been singled out by the camera and appear before us in such a large image on the screen […]. The point: both dramatic features and documentaries put individuals in the forefront of the historical process. Which means that the solution of their personal problems tends to substitute itself for the solution of historical problems32.

En el primer plano de la serie 14 de abril no están los conflictos políticos, sino los privados. La serie nos transporta a la intimidad de las casas y del mundo interior de los protagonistas, y es con ellos que el público se identifica. Sin embargo, al identificarse emocionalmente con los personajes ficcionales, el espectador se identifica a la vez con lo que ellos representan históricamente. 14 de abril utiliza este principio de manera exhaustiva. Aquí todos los personajes están envueltos en el contexto histórico, pero el tratamiento de los mismos hace que la identificación sea más fuerte con unos personajes que con otros. Fernando de la Torre y Alejandra Prado son los protagonistas de la serie, y su relación sentimental se encuentra en el centro de la trama. Ambos personajes son íntegros y se rigen por principios éticos basados en el humanismo y la justicia. Fernando es un representante del viejo orden que, sin embargo, acepta las nuevas reglas impuestas por la Constitución de 1931. Al contrario de su padre, que no duda en tomar medidas que perjudican a los jornaleros, Fernando se pone del lado de los jornaleros. Alejandra es una mujer inteligente, que trabaja para la República sin olvidar sus raíces rurales, pero sin ignorar tampoco el apoyo que ha recibido en su educación por parte de la familia De la Torre. Al contrario de Alejandra, Mercedes – que representa el viejo orden estamental – es moralmente corrupta, ya que engaña, miente y arma intrigas con el objetivo de casarse con Fernando. Este tratamiento diferenciado de los personajes hace que se canalice el potencial de identificación hacia Fernando y no su padre y hacia Alejandra en lugar de Mercedes. Alejandra es la personificación de la niña bonita, pero no evoca un ideario jacobino y revolucionario, sino el ideario demócrata y humanista con que se suele asociar la República en las izquierdas políticas. No es casualidad que Alejandra haya estudiado en Paris – el lugar simbólico del ideario republicano. De Paris, Alejandra trae los ideales de progreso económico y social que ha conocido en Francia, donde ha coincidido con republicanos españoles exiliados en la capital francesa durante la dictadura de Primo de Rivera33. Gracias al vínculo de los personajes ficcionales con el contexto histórico, la relación entre Alejandra y Fernando asume una dimensión alegórica que nos muestra el antiguo régimen rindiéndose al encanto progresista y democrático del nuevo orden traído por la República. El conflicto no nace del amor entre Fernando y Alejandra (o sea, de una España que amanece republicana) sino de la oposición de los que intentan salvar el statu quo del orden antiguo – Agustín y Mercedes – y de los grupos radicales de derecha (los militares) y de izquierda (los anarquistas).

El hecho de que Alejandra es la heredera de los bienes de la familia De la Torre, tal y como se desvela al final de la serie, permite solucionar a tiempo los problemas de los protagonistas y los problemas históricos: a nivel personal, Alejandra y Fernando pueden seguir su relación, ya que ella no es hija de Agustín; a nivel histórico, como hija de una campesina y de un terrateniente, Alejandra simboliza el ideal de concertación social que pone fin al problema de la posesión de tierras en la República. Alejandra no renuncia a su derecho de propiedad de las tierras, pero promete aplicar la Ley de Reforma Agraria y, con eso, mejorar las condiciones de trabajo de los jornaleros y sembrar la tierra. Mediante la identificación con los protagonistas Alejandro y Fernando, el público al mismo tiempo acepta, sin darse cuenta, la solución del problema histórico presentado: esta no pasa ni por mantener los privilegios de los terratenientes ni por anular la propiedad privada, sino por proporcionar a los trabajadores condiciones dignas de trabajo, pero sin otorgarles necesariamente el derecho a poseer las tierras.

El efecto de nostalgia y la identificación con los personajes que se rigen por valores democráticos y humanistas (independientemente de su afiliación política) permiten al público contemporáneo simpatizar con la época histórica de la República. Veamos a continuación qué interpretación se hace del primer bienio republicano y qué sentido tiene esta mirada hacia el pasado para la España del año 2011.

¿Una memoria rehabilitada?

Una de las novedades que nos aporta esta serie es el carácter asertivo con que se representa la República. La serie fue producida y retransmitida durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, en una época propicia a la rehabilitación de la Segunda República. En 2011 se celebraron los 80 años de la proclamación de la Segunda República. El hecho de que los trece episodios de la primera temporada se retransmitieran entre enero y abril del mismo año es una manera de reivindicar la memoria de la República y, 80 años después, librarla de las brumas de un pasado ennegrecido por décadas de estigmatización. El propio título no podría ser más contundente ni expresar esa intención de forma más clara. Por un lado, al usar el 14 de abril como fecha simbólica y a la vez olvidada en la España franquista y recuperada sólo en algunos sectores de la sociedad española en las primeras décadas de transición democrática. Por otro, restablece también la propia denominación de República – un sustantivo problemático tanto por el contenido que le fue atribuido en el discurso hegemónico del franquismo como por el apuro ideológico que significa aludir a la República en contexto de restauración monárquica tras 1975. Con este título, la serie parece querer liberar la memoria de la República de esas décadas de estigmatización y hablar sin complejos de esa época de la misma forma de que se habla del Siglo de Oro, o sea, como un lugar de memoria de la España contemporánea.

Los títulos de créditos subrayan esta intención de rescatar la República del olvido y de la memoria estigmatizada. De la pantalla negra van surgiendo las letras blancas y con contornos claros del título hasta ocupar media pantalla. Debajo de las mismas se va formando un panorama de los edificios más emblemáticos del Madrid moderno de la época, entre los cuales destacan los edificios situados en la Gran Vía, como el cine Capitol, el edificio Metrópolis, el Palacio de la Prensa, pero también la Estación de Atocha. El montaje no solo permite situar la trama en Madrid, pero sobre todo asociar la República con modernidad y urbanidad. Esta perspectiva que se anuncia en los créditos se va desarrollando con más profundidad a lo largo de los trece episodios de la primera temporada. La República de los NO-DO o de Raza, caracterizada por el caos y la violencia en la calle, pasa a ser en esta serie una época de modernización y democratización de la sociedad, mucho más susceptible de desencadenar la identificación de los espectadores del siglo XXI. La lucha por la igualdad social y de género, el derecho a la educación y al trabajo, pero también el retrato de la capital moderna, bohemia, donde se disfruta de la vida nocturna de los cabarés y del amor libre y desacomplejado – estos son los temas dominantes de este retrato de la República que facilitan la identificación de los telespectadores del año 2011, individuos que, en su gran mayoría, no han vivido los años de la República y que en general han vivido siempre en democracia.

Para que este acercamiento entre pasado y presente funcione, la memoria imaginada de 14 de abril es selectiva. Así, se enfatizan ciertas reformas del gobierno de Manuel Azaña en detrimento de otras. La Reforma Agraria es, sin duda, el tema dominante de la serie. Gran parte de la acción transcurre o bien en la casa de Madrid de los De la Torre, donde los propietarios intentan, cada uno a su manera, solucionar el problema de la siembra, o bien en la finca, donde el guardés y los jornaleros deliberan si y cómo sembrar, o bien en el Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio, donde Encarna y Alejandra llevan a cabo los trámites relacionados con la Reforma. Otro tema destacado es la lucha por el voto femenino. Encarna se ha trasladado a Madrid a invitación del Partido Socialista para hacer campaña por el sufragio universal. Se dan a conocer las distintas posiciones políticas acerca del voto femenino y los debates en el parlamento del 1 de octubre de 1931. Encarna escucha en la radio el discurso de Clara Campoamor a favor del voto femenino y celebra con sus compañeros de partido su aprobación. Además, las mujeres de la serie se corresponden con el ideal dominante en las sociedades occidentales democráticas contemporáneas. Casi todas son personas activas y desempeñan un rol importante en la sociedad, tienen capacidad de iniciativa propia, no dependen de sus maridos y se mueven con desenvoltura en los espacios públicos de la urbe de Madrid.

La elección de estas entre las muchas y controvertidas reformas del gobierno republicano-socialista parece obedecer al intento, ochenta años después, de presentar una narrativa positiva de la República, seleccionando temas que o han perdido la significación política y social de aquella época o no son controvertidos en la actualidad. Hoy en día, en el contexto de la Política Agraria Común de la Unión Europea y de la aceptación de la propiedad privada, la Reforma Agraria no es un tema de debate susceptible de causar malestar o dividir políticamente las audiencias. Además, la solución del conflicto agrario que nos ofrece la trama de 14 de abril es consensual e incluso compatible con el presente. Al transformar la hija del guardés en la heredera de las tierras, la serie propone una solución en la cual todos salen ganando, ya que, al sembrar, los propietarios recaudan los lucros de la cosecha y los trabajadores se benefician de ellos, mejorando sus condiciones de vida y trabajo. Al evitar la colectivización de las tierras, la serie ofrece una interpretación de la República compatible con el presente de las sociedades europeas liberales y democráticas del siglo XXI, basadas en la idea de una economía social de mercado, facilitando la identificación con el programa republicano que se presenta en 14 de abril.

Con respecto al tema de la igualdad de género, también presente en la serie, cabe decir que, al contrario de la Reforma Agraria, no es un tema olvidado en la España del siglo XXI. La violencia doméstica o las formas sutiles de discriminación de género siguen siendo cuestiones de gran actualidad. Sin embargo, la lucha por la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, de que trata la serie, es hoy en día un hecho capaz de reunir el consenso de la sociedad española contemporánea. Pero la transcendencia del tema va más allá de ser consensual. La serie sensibiliza a los espectadores y les recuerda que la igualdad de género vigente en la España de hoy tiene una genealogía anterior al periodo de democratización. Esta búsqueda de una genealogía de la democracia actual en la República se manifiesta también en otros temas, como la igualdad social, el derecho a la educación, etc. Así, la serie interpreta y reivindica la República como el origen histórico de la democracia actual.

En esta narrativa de la república, hay temas que, si no son silenciados, por lo menos se evitan. Ejemplos de estos temas son la reforma territorial, la reforma religiosa y la monarquía. Aunque la serie empiece el 14 de abril de 1931, no se menciona la proclamación de la República catalana dentro de la Federación Ibérica por Francesc Macià. Tampoco se ponen de relieve los largos y controvertidos debates en las Cortes sobre el Estatut de Núria. Solo se hace referencia al intento de aprobar el Estatut, junto con la ley de Reforma Agraria, tras la Sanjurjada. No sorprende que en su búsqueda de una memoria consensual de la República, esta serie evite el tema de la reforma territorial. En junio de 2010 se conoció la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006. Los recortes que supuso la decisión del Tribunal desencadenaron una profunda crisis a nivel nacional, que sigue abierta hasta el día de hoy. Teniendo en cuenta que el movimiento independentista es actualmente – y lo era ya en 2011 – uno de los temas con más potencial conflictivo en España, evitar el tema de la reforma territorial es condición sine qua non para que la narrativa de la República propuesta en 14 de abril alcance consenso.

Otro asunto que apenas se menciona es la reforma religiosa, no tanto por ser un tema difícil en la época de producción y retransmisión de la serie, sino por haber sido uno de los temas más problemáticos de la República. Es verdad que el clero está presente en la serie, aunque no de manera dominante, y que se transmite una imagen negativa del mismo. Los miembros de la iglesia católica son corruptos, engañan incluso a los más cercanos y velan por recuperar los privilegios de que gozaban en el antiguo régimen34. En una España con una población cada vez más laica35, esta imagen no tiene el potencial de dividir. Pero la cuestión religiosa fue una de las reformas más audaces de la República y consecuentemente uno de los temas que más dividió a los políticos y a la sociedad de la época. Por eso, están ausentes los debates en torno al artículo 24 (26 del texto definitivo) de la Constitución, que supusieron el primer gran enfrentamiento entre republicanos conservadores y socialistas y llevaron a la dimisión de Alcalá-Zamora como presidente del gobierno en octubre de 1931. Tampoco hay referencias directas a los sucesos del 11 de mayo de 193136.

Asimismo, en este retrato social de la República se evitan también las referencias demasiado directas a la monarquía. La abdicación de Alfonso XIII se menciona con una sola frase37. La República no se representa a través de una narrativa de causa y efecto y, por consiguiente, no es la culminación de los conflictos sociales y políticos tras 1808, ni tampoco la respuesta a una monarquía desacreditada tras la restauración y especialmente durante la dictadura de Primo de Rivera. A nada de esto se hace referencia en 14 de abril, de modo que la narrativa presentada es compatible con la democracia de la monarquía parlamentaria tras 1975. La afirmación de Rueda Laffond refiriéndose a la Ley de Memoria Histórica se puede aplicar a la narrativa propuesta en esta serie:

La Ley de Memoria Histórica de 2007 ha subrayado […] una reivindicación de la memoria republicana en coherencia con “el espíritu de la transición”. Ello ha supuesto una cierta recuperación de la II República, pero que destaca su compatibilidad simbólica con el marco político e institucional de la monarquía parlamentaria de los últimos treinta y cinco años38.

La ausencia de referencias a la monarquía en esta serie es un dato importante que la distingue de la mayoría de las iniciativas sociales para recuperar la memoria republicana. Mientras estas van más allá de una simple rehabilitación de la Segunda República y reivindican el cambio del sistema de gobierno vigente, 14 de abril se mantiene fiel a una narrativa compatible con la España del siglo XXI. La rehabilitación de la Segunda República, omnipresente en esta serie, no se construye a partir de la descalificación de la monarquía. Con su propuesta de la República como origen de la democracia actual sin cuestionar la monarquía, 14 de abril apuesta por una narrativa menos desafiante frente al sistema de gobierno actual y, por lo tanto, más capaz de atraer a amplias franjas de la sociedad y de la política.

Finalmente, merece referir aún un elemento esencial en la interpretación que se hace de la República en la serie. Se trata de la muy debatida cuestión de la culpa. De la misma forma que la República no se presenta como el efecto del periodo que la antecedió, tampoco se presenta como la causa de la Guerra Civil. A parte de evitar temas controvertidos de su época y del presente, la serie no idealiza los años de la república. Los conflictos y la violencia tienen una presencia constante a lo largo de los trece episodios. Sin embargo, hay una distribución clara de las culpas. La violencia no viene de aquellos que defienden el gobierno republicano, sino de los grupos políticos de extrema izquierda y extrema derecha. Ventura y sus compañeros anarquistas siembran la discordia entre los jornaleros, cuya lealtad se divide entre los propietarios, que siempre los han tratado bien, el gobierno de la República, que promulga la ley de reforma agraria, y los anarcosindicalistas, que propagan la extinción de la propiedad privada. Es Ventura quien prepara un atentado contra Alcalá-Zamora, que resulta en la muerte de un compañero anarquista. Hugo de Viana y otros militares conservadores son también quienes usan la violencia y desestabilizan el gobierno republicano con el golpe de estado. Con esto, la serie trasporta al ámbito de memoria cultural una interpretación de la República que encuentra su paralelo también entre los sectores más significativos de la historiografía española tras 1975 y en las muchas iniciativas cívicas de recuperación de la memoria republicana en toda España y que consiste en librar la República del estigma de causante de la violencia que culminó en la Guerra Civil. Como subraya Ángel Viñas:

En los últimos años, además, con el creciente distanciamiento a los hechos y la noción de que es imprescindible separar la experiencia republicana en sí misma y la guerra civil a que dio paso dicha sublevación, los años comprendidos entre 1931 y 1936 han visto reconocido su derecho a ser examinados en razón de sus propias complejidades39.

Los capítulos de la primera temporada no van más allá de septiembre de 1932, pero son suficientes para presentar una interpretación de la experiencia republicana desvinculada de la Guerra Civil y corroborar la noción que destaca Viñas. Si hay responsables por haber transformado los años de la República en el tobogán hacia un conflicto armado en la narrativa presentada en la serie, estos son los militares golpistas, representados por Hugo de Viana, y los anarquistas dispuestos a usar la violencia contra el gobierno electo, tal y como lo hace Ventura en el atentado contra el presidente. Son también estos personajes los que atentan contra la República no solo por medio de las armas, sino también verbalmente, usando un discurso que nos resulta familiar de los medios franquistas40. A su vez, los defensores de la República se ven entre el fuego cruzado de los radicales de derecha y de izquierda. Hablando con Encarna, un militar republicano le confiesa: “Nuestro gobierno tiene enemigos por todas las partes, los conservadores, los anarquistas: todos quieren acabar con él” (Cap. 4, 0:21:30-0:21:38). Con esta narrativa se pretende librar la memoria de la República del estigma de causante de la guerra y, al mismo tiempo, subrayar los aspectos progresistas y democráticos.

Conclusión

Ochenta años después de su proclamación, la memoria generacional de la Segunda República alcanzaba su límite41. Quien vivió los años de la Segunda República de manera mínimamente consciente se acercaba en 2011 a los noventa años. La serie 14 de abril. La República se produjo en ese momento de transición, el momento en que las sociedades se preguntan qué hacer con un pasado cuyos testimonios tienden a desaparecer con los testigos. Esta serie da respuesta a las dos preguntas que suelen hacerse en estos momentos. Contesta afirmativamente a la cuestión de si la sociedad española debe mantener una memoria de la Segunda República, haciéndola transitar a la dimensión cultural. Y contesta a la pregunta de cómo recordar la Segunda República construyendo un retrato de esa época como referente genealógico de la democracia vigente hoy en día. Esto se consigue a través de una narrativa simple y de una valoración clara de esos años, subrayando los aspectos consensuales como la emancipación de la mujer y la igualdad social. Al mismo tiempo, se evitan temas aún polémicos hoy en día, como las autonomías o la monarquía, de manera que la Segunda República se libra no solo de la responsabilidad histórica de la Guerra Civil, sino que también aparece como una marca genealógica de la democracia contemporánea más susceptible de cautivar a las generaciones pos-1975 que la Transición pactada. 

Esta serie no es el único intento de rescatar la memoria de la Segunda República, que en los años de democracia había quedado en un limbo entre el recuerdo oficial del franquismo y el olvido oficioso de la Transición. Desde finales del siglo XX, muchas han sido las iniciativas para reavivar el conocimiento de los años 1931 a 1936, destacando especialmente la labor reformista del primer bienio. Estas iniciativas se sitúan en el ámbito de la memoria social, una memoria colectiva pero muy localizada en un entorno social. Son iniciativas que parten de asociaciones de vecinos, gremios republicanos o incluso partidos políticos y que actúan mayoritariamente a nivel local, de que son ejemplo las Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica en muchos municipios.

La novedad de 14 de abril. La República consiste en transmitir la de una época42 a partir de un medio de comunicación tan poderoso como lo sigue siendo la televisión. Al pasar los contenidos de la República al formato televisivo, la memoria de la República sobrepasa no solo la memoria generacional, sino también el ámbito de la memoria social limitada y entra en la dimensión cultural. Como hemos visto y lo destacan los teóricos, la televisión sigue manteniendo una función parecida a la del historiador, ya que es a partir de ella que la mayor parte de los ciudadanos conoce el pasado de su nación. Más aun: la televisión en general, y la ficción histórica concretamente, permiten no solo transmitir un conocimiento del pasado, sino también establecer una relación afectiva con el mismo, con el objetivo de hacer del pasado una parte integral del presente, tal y como ocurre en 14 de abril. La serie difunde un conocimiento básico de la República y despierta emociones hacia esta época, los elementos necesarios para construir una memoria imaginada de ese pasado lejano. 14 de abril. La República muestra como en los primeros años de la República se lanzaron las bases democráticas de la España moderna y llena así un vacío en la legitimación de una democracia nacida de un pacto con las élites franquistas en un intento de convertir la República en lugar de memoria de la España contemporánea.

Sin embargo, el hecho de que esta serie sea una propuesta de memoria cultural de la República no significa que esta propuesta sea absorbida por la totalidad de la población – lo que en regímenes democráticos no suele pasar con ninguno de los lugares de memoria, ni siquiera con los más oficiales. Incluso los temas más arraigados en las representaciones oficiales de memoria como el descubrimiento de América o la Constitución de 1978 – ambos recordados a través de días festivos – son contestados por significativas franjas sociales. Sabemos que 14 de abril ha sido un éxito de audiencias. Según RTVE, los trece capítulos de la serie han obtenido cuotas de pantalla entre el 16 y el 19 ciento (RTVE 2017), comparables a la exitosa serie La Señora. Pero el hecho de que el cambio político del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero al gobierno conservador de Rajoy no haya posibilitado hasta ahora la retransmisión de la segunda temporada, demuestra que la interpretación que se hace del pasado en esta serie sigue siendo controvertida y sigue dividiendo a la sociedad. Es más, este acto de censura indirecta nos muestra la fuerza mnemónica de la Segunda República hoy en día, ya que si no fuera un tema relevante del pasado, no habría la necesidad de silenciar una simple serie de ficción. Sirviéndose de la televisión como un medio privilegiado de construcción de identidad nacional, 14 de abril. La República entra en los hogares españoles en un contexto clave de transferencia de memoria y abre una caja de pandora que el gobierno del PP se esfuerza en cerrar, estimulando con eso aún más la curiosidad y la importancia política de la memoria de ese pasado aparentemente tan lejano y al mismo tiempo tan presente

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1

Michel Foucault, L’Archéologie du savoir, Paris, Gallimard, 1969.

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2

En realidad, la primera temporada y la única a que por ahora tenemos acceso, abarca el periodo que se extiende desde la proclamación de la República el 14 de abril de 1931 hasta la promulgación de la Ley de Bases de la Reforma Agraria y la aprobación del Estatuto de Cataluña a 9 de septiembre de 1932. El hecho de que la segunda temporada, a pesar de estar concluida, no haya sido retransmitida hasta ahora supone que las tesis postuladas en este artículo tienen un carácter provisorio. Esto hace referencia sobre todo a la idea de que la serie busca romper con el mito de la Segunda República como causante de la Guerra Civil. Si bien es verdad que los trece episodios de la primera temporada nos ofrecen datos suficientes para corroborar esta idea, cabe precisar que solo el análisis de la segunda temporada nos permitirá confirmar si la serie logra mantener esta narrativa hasta el 18 de julio de 1936.

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3

Jan Assman, “Kollektives Gedächtnis und kulturelle Identität”, in Jan Assmann, Tonio Hölscher (eds.), Kultur und Gedächtnis, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1988, p. 9-19.

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4

Pierre Nora, Les Lieux de mémoire. vol. 1: La République, Paris, Gallimard, 1984.

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5

Jorge M. Reverte, “La República”, El País, 14.04.2017.

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6

Una idea que Halbwachs había ya defendido en Les Cadres sociaux de la mémoire (Paris, Alcan, 1925).

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7

Jan Assman, “Kollektives Gedächtnis und kulturelle Identität”, in Jan Assmann, Tonio Hölscher (eds.), Kultur und Gedächtnis, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1988, p. 10-11.

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8

Paloma Aguilar Fernández, Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid, Alianza, 1996, p. 36.

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9

Paloma Aguilar Fernández, Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid, Alianza, 1996, p. 41.

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10

Marianne Hirsch, “Family Pictures: Maus, Mourning, and Post-Memory”, Discourse 15/2, 1992, p. 3-29.

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11

Jan Assman, “Kollektives Gedächtnis und kulturelle Identität”, in Jan Assmann, Tonio Hölscher (eds.), Kultur und Gedächtnis, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1988, p. 11.

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12

Benedict Anderson, Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. London, Verso, 1983.

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13

Alison Landberg, Prosthetic Memory. The Transformation of American Remembrance in the Age of Mass Culture, New York, Columbia University Press, 2004.

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14

Paloma Aguilar Fernández, Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid, Alianza, 1996, p. 37.

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15

Mark Crinson (ed.), Urban Memory. History and Amnesia in the Modern City, New York, Routledge, 2005, p. xvi.

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16

Angeles Egido León, Memoria de la Segunda República. Mito y Realidad, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006.

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17

Josefina Cuesta Bustillo, La odisea de la memoria. Historia de la memoria en España, siglo XX, Madrid, Alianza, 2008.

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18

Por ejemplo el proyecto Vencidxs (José M. Martín y Aitor Fernández, 2013) que reúne cerca de 160 horas de entrevistas con supervivientes de la Guerra Civil y de la represión franquista. No siendo comparable a la dimensión material del proyecto de la Fundación Shoah con sus más de 120.000 horas de entrevistas, sí es comparable en la intención de salvaguardar la herencia directa de las víctimas del franquismo.

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19

Andreas Huyssen, Present Pasts. Urban Palimpsests and the Politics of Memory, Stanford, Stanford University Press, 2003.

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20

Las mujeres de Amar en tiempos revueltos y especialmente en La señora destacan por su coraje en enfrentarse a los límites impuestos por la sociedad. También en el documental Yo decido. El tren de la libertad (2014), son las mujeres –en este caso las que luchan por la liberalización de la ley de aborto– las protagonistas.

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21

Desde 2014 Yagüe es presidenta de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales.

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22

Ángel Bahamonde Magro, 14 de abril. La República, Barcelona, Plaza Janés, 2011.

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23

Catarina Duff Burnay, José Carlos Rueda Laffond, “Television Fiction and Memory Practices in Portugal and Spain (2000-2012): Some Comparative Reflections”, International Journal of Iberian Studies, 27:2-3, 2014, p. 87-89.

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24

Ana Corbalán, “Reconstrucción del pasado histórico: nostalgia reflexiva en Cuéntame cómo pasó”, Journal of Spanish Cultural Studies, 10:3, 2009, p. 343-344.

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25

Isabel Estrada, “Cuéntame cómo pasó o la revisión televisiva de la historia española reciente”, Hispanic Review, 72:4, 2004, p. 548.

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26

Gary Edgerton, “Television as Historian: An Introduction”, Film and History, 30:1, 2000, p. 7-12; Enric Castelló, “The Nation as a Political Stage. A Theoretical Approach to Television Fiction and National Identities”, The International Communication Gazette, 71:4, 2009, p. 303-320.

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27

José Carlos Rueda Laffond, Amparo Guerra Gómez, “Televisión y nostalgia. The Wonder Years y Cuéntame cómo pasó”, Revista Latina de Comunicación Social, 64, 2009, p. 397.

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28

Robert A. Rosenstone, “The Historical Film: Looking at the Past in a Postliterate Age”, in Marcia Landy (ed.), The Historical Film. Film and Memory in Media, London, The Athlone Press, 2001, p. 54.

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29

Walter Benjamin, Das Passagen-Werk, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1991, p. 280.

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30

Ana Corbalán, “Reconstrucción del pasado histórico: nostalgia reflexiva en Cuéntame cómo pasó”, Journal of Spanish Cultural Studies, 10:3, 2009, p. 346.

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31

Arjun Appadurai, Modernity at Large. Cultural Dimensions of Globalization, Minneapolis, University of Minnesota, 1996, p. 77.

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32

Robert A. Rosenstone, “The Historical Film: Looking at the Past in a Postliterate Age”, in Marcia Landy (ed.), The Historical Film. Film and Memory in Media, London, The Athlone Press, 2001, p. 55.

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33

Ángel Bahamonde Magro, 14 de abril. La República, Barcelona, Plaza Janés, 2011.

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34

Un ejemplo: Rafael, el pasador de Agustín de la Torre, es obligado a dar todo el dinero que tiene en el bolsillo para sobornar al cura de una iglesia a cambio del acceso a una partida de nacimiento (Cap. 4, 0:02:55-0:03:35).

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35

Según datos del CIS, en 2016, 23,4% de los españoles se consideraban no creyentes o ateos (CIS 2016:17).

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36

En el episodio 4 se muestra la quema de la iglesia, donde hay la partida de nacimiento de alguien que Agustín busca para solucionar un caso en su función de abogado. Agustín y su pasante Rafael se encuentran delante de la iglesia. Rafael comenta: “Dicen que han sido los anarquistas. No sería la primera vez” (0:20:26-0:20:29). Sin embargo, Agustín rechaza esa hipótesis insinuando que alguien lo ha hecho para destruir los registros a los que estaba intentado acceder. Con esto se despolitiza la cuestión de la quema de iglesias.

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37

“Alcalá-Zamora ha exigido al rey que abandone el país” (Cap. 1, 0:00:12-0:00:14).

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38

José Carlos Rueda Laffond, “Adolfo Suárez y Felipe y Letizia: ficción televisiva y memorias inmediatas sobre la monarquía”, Hispanic Review, 79:4, 2011, p. 642-643.

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39

Ángel Viñas, “Prólogo”, in Ángel Luis López Villaverde, La Segunda República (1931-1936). Las claves para la primera democracia española del siglo XX, Madrid, Sílex, 2017, p. 17.

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40

Algunos ejemplos: Agustín – “Esos partidos de izquierda, esos rojos, los dichosos socialistas nos van a quitar lo que es nuestro. Van a llevar este país a la ruina […].” (Cap. 1, 0:11:39-0:11:45); Agustín – “Esos republicanos del demonio” (Cap. 1, 0:17:08-0:17:10).

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Como subrayan Aleida y Jan Assmann, el horizonte temporal de lo que llaman memoria comunicativa no va más allá de ochenta a cien años (Jan Assman, “Kollektives Gedächtnis und kulturelle Identität”, in J. Assmann, Tonio Hölscher (eds.), Kultur und Gedächtnis, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1988, p. 11).

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Lo que la distingue de formatos como la película televisiva Clara Campoamor. La mujer olvidada (RTVE1 2011) dedicada a una personalidad de destaque destacada en los años de la república.