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Pierre-Yves Néron es Profesor titular de filosofía política en la Escuela Europea de Ciencias Políticas y Sociales (ESPOL) de la Universidad Católica de Lille. Anteriormente, completó estudios de postdoctorado bajo la dirección de Joseph Heath en el Centre for Ethics de la Universidad de Toronto, en la que también impartió clases en el departamento de filosofía. Sus investigaciones actuales se centran en las mutaciones recientes del igualitarismo, el estudio de las desigualdades y la empresa como objeto político. Sus trabajos han sido publicados en revistas especializadas como Res Publica, Journal of Social of Philosophy y Raison publique.
Raphaëlle Théry cuenta con una agrégation1 de filosofía y actualmente es Profesora titular de derecho privado en la Universidad Panthéon-Assas. Es, además, miembro del Centro de Investigación sobre la Justicia y sus trabajos se centran en la filosofía del derecho, especialmente en la filosofía del derecho penal, la historia de las ideas políticas y el derecho de la familia. Su libro, Libéralisme pénal : principes, contradictions et enjeux d’une institution non-idéale (Liberalismo penal: principios, contradicciones y desafíos de una institución no ideal) ha sido publicado en 2022 en la editorial de la Universidad París II – Panthéon-Assas.
Pierre-Yves Néron y Raphaëlle Théry han escrito conjuntamente seis entradas en el Dictionnaire des inégalités et de la justice sociale2 (Diccionario de las desigualdades y de la justicia social). Actualmente preparan un libro sobre el conservadurismo, el neoliberalismo y la crisis contemporánea de la igualdad.
Han sido invitados a la EHESS para hablar de su trabajo actual sobre el conservadurismo en el marco del Seminario de Filosofía Política Normativa del CESPRA (CNRS-EHESS). En esta entrevista, Pierre-Yves Néron, Raphaëlle Théry y Luc Foisneau abordan diferentes aspectos del conservadurismo, su “olvido” en el seno de las teorías contemporáneas de la justicia, sus relaciones complejas con el neoliberalismo, su relación con la igualdad y la emergencia de un conservadurismo de mercado.
Esta entrevista fue realizada por Luc Foisneau, director de investigación en el CNRS (CESPRA), en las instalaciones del Centro audiovisual de la EHESS, en el número 96 del bulevar Raspail, en París, el 12 de noviembre de 2019, y revisada por los autores en mayo de 2021.
Director: Serge Blerald
Luc Foisneau – ¿Cómo llegaron a interesarse por el conservadurismo desde un punto de vista filosófico?
Pierre-Yves Néron – En un principio, nuestro objetivo era rescatar una observación hecha por la filósofa estadounidense Elizabeth Anderson en su reseña del libro de John Tomasi, Free Market Fairness, publicada en 20123. Anderson concluía su crítica del “libertarismo empático” (bleeding heart libertarianism) planteando la siguiente pregunta: “¿dónde se encuentra el conservadurismo?” Defendía, entonces, que la cartografía de los debates de filosofía política era muy poco satisfactoria y que era necesario rehacerla para incluir el “continente” conservador.
Nuestra tesis central es que Anderson tiene razón –no intentamos apoyar el conservadurismo, sino todo lo contrario. Pero, al estudiar la justicia social y la igualdad, constatamos que el conservadurismo representa sin lugar a dudas un “territorio” olvidado de la filosofía política contemporánea. Evidentemente, cuando hablamos de filosofía política contemporánea, hablamos de una cierta tradición, la de las teorías de la justicia social y de la igualdad. Sin embargo, de alguna forma, es como si el campo de los estudios sobre la justicia se hubiera construido omitiendo constantemente al conservadurismo y absteniéndose deliberadamente de tomarse en serio las ideas conservadoras. Si exageramos un poco, es como si el campo de las teorías de la justicia se hubiera construido de tal manera que nos llevase a pensar que la derecha intelectual se reduce al libertarianismo, representado especialmente en torno a la figura de Robert Nozick4. Nosotros pensamos que esto es un error: primero, porque hay diferencias significativas entre el libertarianismo y el conservadurismo; y también porque eso perjudica a la pertinencia política de las teorías de la igualdad y de la justicia social.
Del liberalismo penal al conservadurismo
Luc Foisneau – Raphaëlle Théry, su tesis de doctorado se centraba en el liberalismo penal y los fundamentos filosóficos del castigo. ¿Cómo se pasa de un trabajo sobre el liberalismo penal a uno sobre el conservadurismo? ¿Tiene sentido hablar de conservadurismo en este campo de estudios?
Raphaëlle Théry – Mi interés por el conservadurismo es en realidad anterior a mi trabajo sobre el liberalismo penal. Por ejemplo, mi trabajo de investigación del último año de máster abordaba la cuestión del matrimonio homosexual y en él propuse una clasificación de los principales tipos de oponentes a este matrimonio. Tuve la ocasión de trabajar con un corpus muy completo, con autores y argumentos muy conservadores. No obstante, para mí, es crucial, desde un punto de vista metodológico, tener en cuenta los argumentos conservadores en lugar de descartarlos o considerarlos simplemente adversarios retrógrados que no tienen cabida en mi texto.
En materia penal, también hay un enfoque muy conservador acerca del fundamento del castigo, que es al mismo tiempo moralista y represivo. Pero me parece que se produce el mismo fenómeno en todos los campos de la filosofía política. Aunque no estén catalogadas como tales, a menudo nos encontramos en estos estudios posturas conservadoras.
¿Qué es el conservadurismo?
Luc Foisneau – ¿Qué es lo que nos permite, más allá de ciertos rasgos generales, caracterizar el conservadurismo? Y, para empezar, ¿es posible esta caracterización?
Raphaëlle Théry – Por supuesto, pero no es una tarea fácil. El término “conservador” se utiliza sin lugar a dudas de manera más neutra en Francia que en Estados Unidos, ya que la principal línea divisoria del campo político francés no es, a diferencia de lo que ocurre del otro lado del Atlántico, la que separa a los liberales de los conservadores. En Francia, cuando queremos desacreditar políticamente a un adversario, se le acusa de ser “reaccionario”5, y no “conservador”.
Volviendo al conservadurismo, se suele decir que consiste en la voluntad de preservar lo que está establecido y a menudo se parte de la famosa definición de Oakeshott en su texto clave “On Being Conservative”6: “ser conservador es preferir lo familiar a lo desconocido, lo que ya ha sido puesto a prueba frente a lo que todavía no se ha intentado”7. Si nos quedamos en esta concepción puramente formal del conservadurismo, parece no haber ninguna razón para negar la existencia de un conservadurismo de izquierdas: de hecho, es una crítica que a veces escuchamos a propósito de las huelgas –querer conservar los derechos sociales adquiridos constituiría una forma de conservadurismo.
Esta definición formal es generalmente aceptada, pero es tan formal que se vuelve hueca ya que, finalmente, puede referirse a todo lo que queramos. Desde este punto de vista, todos pueden ser tachados de conservadores y, así, el término pierde su sentido. Nosotros pensamos que es productivo distinguir un aspecto formal del conservadurismo –una actitud reacia al cambio que se caracteriza por un cierto escepticismo frente a las políticas “radicales”, por la idea de que las cosas deben probar su valor con el paso del tiempo, etc.– y un aspecto más sustancial, que presupone la idea de que existe un orden natural de las cosas. Desde esta perspectiva, los trabajos de Corey Robin, un politólogo estadounidense, son sumamente útiles.
Pierre-Yves Néron – En efecto, para hablar de conservadurismo, para tratarlo como una filosofía política plausible, hay que conseguir proponer una definición que nos dé una idea de su naturaleza, una definición de alguna manera sustantiva. Por ello nos apoyamos en los trabajos de Robin y en su análisis histórico del conservadurismo. Para él, este último puede definirse a partir de tres características principales.
En primer lugar, la defensa de un orden social natural: el conservadurismo consiste en querer defender y mantener un “orden social” interpretado como natural o espontáneo. Sin embargo, como ha mostrado Robin, este orden defendido por los conservadores no tiene nada de natural. Y no siempre es el orden social existente, sino un orden social a menudo anhelado pero no real. De hecho, sería más apropiado hablar de estrategias de naturalización: los conservadores intentan presentar un orden social como natural y, así, intentan hacernos creer que lo social es natural.
En segundo lugar, y en relación a la característica precedente, el conservadurismo se define por la valorización de las jerarquías y las desigualdades. El conservador es un partidario incondicional de las jerarquías y las desigualdades, que constituyen los rasgos sociales del orden social que valoran.
En tercer lugar, el conservadurismo defiende la preservación de regímenes de poder privado, lo que Robin describe como “la vida privada del poder”8, que típicamente se asocia a la familia, la empresa y el ejército. Ilustra este rasgo el apego persistente a la figura de autoridad del pater familias, del jefe de la empresa o del general heroico. Para Robin, se trata de figuras que los conservadores intentan preservar y exaltar. De este modo, para comprender la historia del conservadurismo, hay que comprender las diversas formas en las que los conservadores han defendido, reinventado y transformado estos regímenes privados del poder.
Pensamos que es productivo tener este tipo de ideas en mente, cuando uno es de izquierdas, para dar sentido a ciertos debates públicos y a la forma en que ciertas luchas y reivindicaciones son articuladas por parte de diferentes movimientos igualitarios, a menudo como respuesta a fuerzas conservadoras.
Raphaëlle Théry – Volviendo al libertarianismo, que generalmente es presentado como el adversario de derechas de las teorías igualitarias de la justicia, no se trata de negar su existencia. El libertarianismo existe realmente en el campo teórico, donde cuenta con una fuerte representación. Pero, en el terreno político, no representa al adversario más importante de los igualitaristas.
Comprender el neo-conservadurismo estadounidense: de Bush a Trump
Luc Foisneau – La interpretación del conservadurismo que ustedes proponen, inspirada en Robin, ¿puede ayudarnos a pensar el neo-conservadurismo estadounidense, el de la era de Bush, que condujo a la guerra en Irak en nombre de una cierta idea de la promoción de la democracia?
Pierre-Yves Néron – Hay que tener en cuenta que en la primera edición de su libro, que tiene como subtítulo El conservadurismo, de Edmund Burke a Sarah Palin, Robin acordaba a la violencia una importancia crucial en su análisis, de manera tal de dar sentido al neo-conservadurismo “belicista” típico de Bush que marcó tanto el inicio del siglo XXI. En la segunda edición, con el nuevo subtítulo El conservadurismo, de Edmund Burke a Donald Trump, Robin reconoce haber descuidado las cuestiones ligadas a la economía política y el lugar que sobre todo ocupa el mercado en el conservadurismo, elemento crucial si queremos dar un sentido al “trumpismo”. En definitiva, se trata de pensar el conservadurismo de mercado.
Luc Foisneau – ¿Qué hay del conservadurismo de las costumbres? Cuando se evoca el conservadurismo, a menudo se piensa en el conservadurismo de las costumbres o de los “valores”.
Raphaëlle Théry – Efectivamente, tendemos a separar radicalmente estas dos cuestiones, la de las costumbres y la de la economía. Desde este punto de vista, el campo que privilegia el conservadurismo parece más el de los valores sociales que el de la economía. De hecho, identificamos fácilmente las concepciones conservadoras en materia de evolución de la familia: la hostilidad a la apertura hacia el matrimonio homosexual, hacia las técnicas artificiales de reproducción, hacia las reivindicaciones de igualdad de género, etc. Así que realizamos una división entre los diferentes grupos políticos según dos ejes independientes, poniendo en uno las posiciones adoptadas con respecto a asuntos sociales y en otro las posiciones en materia de economía política o de justicia social. Así, constatamos, en materia de costumbres, la existencia de corrientes conservadoras de izquierdas y de corrientes “progresistas” de derechas. Por ejemplo, existen defensas libertarias de la gestación subrogada.
De esta manera, restringimos el conservadurismo a la esfera de las costumbres o los valores, como si una determinada concepción del mercado, en gran parte desregulado y concebido como una fuerza natural, no tuviera nada de conservadora. Nosotros sostenemos que esta tesis es falsa, y que hay que tener en cuenta, como nosotros hacemos, la emergencia de un conservadurismo de mercado y de su coherencia interna.
El conservadurismo de mercado
Luc Foisneau – Volvamos, si les parece, a esa expresión de “conservadurismo de mercado”. ¿Cuáles son sus principales características? ¿Cómo se manifiesta este conservadurismo? ¿En un cierto vínculo con el dinero? ¿En una forma de apoyo a la idea de la empresa?
Pierre-Yves Néron – Lo que me condujo a interesarme por el conservadurismo fue mi interés por las instituciones económicas, especialmente por el mercado y la empresa. En mis trabajos de investigación, intenté proyectar una mirada de filósofo político sobre el mercado y la empresa, apoyándome especialmente en las teorías de la justicia y la igualdad, y también leyendo a los grandes pensadores que se han interesado por estos temas. Llegué a preguntarme lo siguiente: ¿cuál es la lógica normativa que opera en estas instituciones? Resulta que está mucho menos centrada en los intercambios voluntarios o el carácter absoluto de la propiedad de uno mismo, dicho de otra manera, en nociones libertarias, que en la jerarquía y la desigualdad, es decir, en ideas conservadoras. En efecto, el relato libertario no nos permite comprender la exaltación contemporánea de la empresa. Esta exaltación de la empresa pasa por discursos celebrando el liderazgo, la autoridad, un cierto amor por las jerarquías, los jefes de empresa considerados como grandes hombres, etc. En varios aspectos, la empresa es, por excelencia, el régimen privado del poder. Estamos en un registro propiamente conservador que funciona a las mil maravillas con una visión conservadora del mundo.
Raphaëlle Théry – Cabe destacar también la idea del mercado como una fuerza natural que logra una asignación “justa” de los recursos, sin recurrir a políticas voluntaristas y deliberadas. La oposición entre una confianza en los órdenes naturales o espontáneos y el voluntarismo socialista es, de hecho, un tema recurrente en el pensamiento conservador.
Pierre-Yves Néron – Para comprender este conservadurismo de mercado, me gustaría insistir en dos diferencias entre libertarianismo y conservadurismo.
En primer lugar, el libertarianismo se distingue del conservadurismo por su característica principal, a saber, por el hecho de que se basa en un compromiso muy fuerte a favor de algunos principios, considerados fundamentales, e incluso, para algunos, absolutos. El ejemplo paradigmático de este compromiso es el apego de Robert Nozick al concepto de auto-propiedad. A partir de este principio, el filósofo de Harvard infiere el carácter infranqueable del mercado y una hostilidad frente a toda forma de política de redistribución de la riqueza por medio de impuestos, ya que se considera que los impuestos son inmorales y contrarios a la propiedad de sí mismas de las personas. En este ámbito, la posición conservadora es mucho menos “principista”. En esta posición, la hostilidad frente a los impuestos progresivos y frente a la política de redistribución de la riqueza es mucho menos radical, aunque permanece presente. Cuando un conservador se opone a los impuestos, no se apoyará en un único principio cuyo valor moral se considera absoluto, sino en un conjunto de consideraciones en el que está incluido un cierto ethos del trabajo.
En segundo lugar, existe una diferencia importante en la manera de pensar las desigualdades. Mientras que los libertarios tratan de imponer restricciones a la justificación de las desigualdades (lo cual los lleva a tolerar fuertes niveles de desigualdad), los conservadores tratan de darnos razones para apreciar estas desigualdades. Si bien los primeros justifican las desigualdades y las jerarquías basadas en la propiedad de uno mismo y el carácter voluntario de las interacciones, los conservadores pueden ofrecer consideraciones que casi podríamos considerar estéticas para defender un mundo de desigualdades. En los dos grupos encontramos una justificación de las desigualdades: mientras que, para los libertarios, estas dependen de la responsabilidad individual, para los conservadores poseen una fuerza normativa propia, en la medida en que son signos del orden correcto del mundo. Para los libertarios, las desigualdades pueden justificarse y por tanto tolerarse. Para los conservadores, las desigualdades son buenas, incluso bellas, y por tanto deben ser valoradas.
El conservadurismo en Europa
Luc Foisneau – ¿Puede ayudarnos su reflexión sobre el conservadurismo a pensar ciertas transformaciones políticas recientes, como el crecimiento de los populismos? ¿Cómo analizan ustedes, desde este punto de vista, la coyuntura política europea?
Raphaëlle Théry – Si nosotros lamentamos la ausencia del conservadurismo en la cartografía filosófica, es en parte porque ello nos priva de recursos para pensar nuestra actualidad política. Sobre esta cuestión, es interesante destacar que la teoría crítica y la filosofía social en Francia han tomado al neoliberalismo como adversario, y que esto hace que sus enfoques sean más productivos para pensar nuestra actualidad que los que se apoyan solamente en las teorías de la justicia. Sin embargo, el neoliberalismo, como vemos en el estudio de Serge Audier9, es, en realidad, un concepto “cajón de sastre” que remite a doctrinas y visiones del mundo bastante diferentes. En cambio, el concepto de conservadurismo se inscribe en una historia más larga que la del neoliberalismo, aunque es verdad que el alcance de estas ideas puede coincidir.
Nosotros proponemos superar el prejuicio que consiste en ver en el conservadurismo como una simple actitud o una sensibilidad, o, incluso, como una simple ideología que aparentemente no resistiría una teorización seria. El objetivo es demostrar que en realidad remite a una doctrina política relativamente coherente, que da sentido a diversos movimientos, discursos y reivindicaciones políticas, y permite pensar sus ramificaciones.
Pierre-Yves Néron – Responderé a esta pregunta volviendo a la cuestión de la pertenencia política del igualitarismo liberal hoy en día. Trabajos muy interesantes recientemente publicados intentan trazar una historia de la justicia social desde Rawls: se apoyan en un acceso a los archivos hoy por hoy posible y tienen como objetivo, en definitiva, historizar a Rawls, a Nozick o a Dworkin. A este respecto, remito al libro de Katrina Forrester, In the Shadow of Justice10, en el que hace un balance bastante crudo de las teorías de la justicia, especialmente en lo que respecta a su incidencia política. Forrester nos dice esencialmente que la tarea que le corresponde a los filósofos políticos es pensar fenómenos como el populismo y el neoliberalismo. Nosotros añadiríamos a su lista el conservadurismo. Pero si uno se pregunta, como nosotros mismos hacemos, de qué herramientas disponemos para pensar estos fenómenos desde el punto de vista de teorías de la justicia, la respuesta es bastante decepcionante. Hay que dar un nuevo impulso a las teorías de la igualdad, y, para ello, darles un adversario teórico un poco más sólido.
Notes
1
Oposiciones del sistema académico francés que se realizan después del máster para acceder a ciertos puestos de enseñanza pública secundaria o superior.
2
Editorial P. Savidan, París: PUF, 2018.
3
John Tomasi (2012). Free Market Fairness, Princeton: Princeton University Press. A propósito de este libro, ver los análisis de Elizabeth Anderson, “Recharting the Map of Social and Political Theory: Where is Government? Where is Conservatism?”, en Bleeding hearts libertarian blog. Symposium on John Tomasi’s Free Market Fairness, 2012.
4
Robert Nozick (2013). Anarchy, State and Utopia, New York: Basic books.
5
Consultar, por ejemplo, Daniel Lindenberg (2002). Le rappel à l’ordre. Enquête sur les nouveaux réactionnaires, París: Seuil, colección “La République des idées”.
6
Michael Oakeshott. “On Being Conservative”, en Id. (1991). Rationalism in Politics and Other Essays, London, Liberty Fund.
7
En el original: “To be conservative, then, is to prefer the familiar to the unknown, to prefer the tried to the untried” (Michael Oakeshott. “On Being Conservative”, p. 408).
8
Corey Robin (2018). The Reactionary Mind. Conservatism from Edmund Burke to Donald Trump, Oxford: Oxford University Press, p. 3.
9
Ver Serge Audier (2012). Néo-libéralisme(s) : une archéologie intellectuelle, Paris: Grasset, colección “Mondes vécus”.
10
Katrina Forrester (2019). In the Shadow of Justice. Postwar Liberalism and the Remaking of political philosophy, Princeton: Princeton University Press.