Es sorprendente, en primer lugar, la transformación del general Franco que sugiere el título: “de héroe a figura cómica”, aunque, por muy obvio que pudiera parecer, es conveniente hacer alguna aclaración al respecto. La autora presenta dicha transformación desde la perspectiva de la cultura contemporánea; es decir, que ha convertido a Franco en un objeto cultural que ofrece a los interesados por el producto, subrayando los múltiples, sucesivos y diversos aspectos de su vida y su obra, modelados por el tiempo y por los intereses de los posibles receptores. Como producto cultural, este libro se sitúa más allá de una biografía con mayor o menor grado de objetividad, con el apoyo de una abundante bibliografía y con la consulta e incorporación de una documentación primaria debidamente contrastada; más bien, es un producto cultural reelaborado sucesivamente, respondiendo a intereses y circunstancias diversas y con la finalidad de que el personaje no pierda actualidad. Como se verá más adelante, la autora marca con nitidez cuatro fases en la reelaboración y presentación del producto.
Matilde Eiroa San Francisco, Franco, de héroe a figura cómica de la cultura contemporánea, Valencia, Tirant Humanidades, 2021, pp. 329.
Un elemento a destacar en este libro es la abundante documentación e información que utiliza en distintos soportes: bibliográficos, gráficos, electrónicos y digitales: unos 340 títulos entre libros y artículos y otros 150 entre artículos periodísticos (la mayor parte en formato digital) y otros productos digitales: páginas webs, videos, blogs, twits, memes, etc. A pesar de este importante aparato bibliográfico y documental, tampoco debe de confundirse este libro con un minucioso y detenido estudio sobre el estado de la cuestión en torno a la figura y la obra del general Franco ni con el análisis de la bibliografía sobre el personaje, al modo de la historiografía de los annalistas franceses. Este producto cultural consiste en la representación del general Franco, tal como se elaboró y reelaboró en las fases sucesivas, de acuerdo con sus intereses mientras vivió y ejerció el poder, el de los partidarios que pretenden proteger su memoria y el de los críticos que persiguen desmitificar al personaje y su obra para situarlo en el lugar adecuado que le corresponde en la historia de su tiempo.
El libro se ajusta perfectamente al paradigma de la historia cultural. Desde la introducción, la autora expone de forma clara su objetivo: construir un producto cultural –general Franco- al que modela con los rasgos más característicos para hacerlo reconocible tanto a sus partidarios como a sus adversarios y sus críticos, insistiendo de modo permanente y casi obsesivo en la manera de ofrecer su representación ya que a la historia cultural le interesa tanto la fabricación del objeto como la recepción del mismo para observar el impacto que genera en el medio social que lo recibe. No puede dejarse de lado el componente ideológico que acompaña al proceso de elaboración y recepción de este objeto cultural. Teniendo en cuenta el régimen de dictadura que impuso el general Franco en España, es evidente que durante su vida tuvo partidarios y adeptos y adversarios y críticos; pero esta división aún se mantiene, con la normalidad democrática establecida. En términos generales, puede decirse que el sector conservador de la sociedad española siente nostalgia por lo que el general Franco representó en su época y que no intenta desligarse de sus lejanos orígenes.
La autora, Matilde Eiroa San Francisco, muestra una gran capacidad de síntesis al enfrentarse a tan ingente volumen de documentación e información y de valentía para filtrarla por el cedazo de la representación de Franco y de su recepción en la sociedad, al mismo tiempo que manifiesta su honestidad intelectual al reconocer que la idea original no es suya sino que ella aplica a Franco lo mismo que Gavriel D. Rosenfeld hizo con Hitler en 2014 (Hi Hitler! How the nazi past is being normalized in contemporary culture) (p. 22). Por lo demás, a la autora la avala su trayectoria intelectual y académica: experta en la época del franquismo, profesora del Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III e investigadora sobre Historia, Memoria y Sociedad Digital.
Después del prólogo de Ángel Viñas, el principal experto en la guerra civil española y la dictadura franquista, y de la introducción en la que la autora desvela las claves que ha seguido en la elaboración de su libro, estructura su obra en cuatro partes, siguiendo en buena medida un orden cronológico; es decir, analizando la producción de Franco como objeto cultural y su recepción por la sociedad en cuatro etapas sucesivas (capítulos): durante la dictadura (1936-1975), en los 25 primeros años de la democracia (1975-2000), al comienzo del siglo XXI, y, por último, en los dominios de internet, que, a pesar de que cronológicamente coincida con la anterior, en lo formal y cualitativo tiene un significado distinto por las características de la red.
Al tratar de la fabricación de Franco como objeto cultural durante la dictadura, ha de tenerse en cuenta, en primer lugar, la férrea censura impuesta a todo tipo de publicaciones sobre cualquier soporte, ya fueran escritas, gráficas, fotográficas o fílmicas y, más aún, si tenían como objeto la figura y la obra del dictador (generalísimo y caudillo); asimismo, ha de tenerse en cuenta que la dictadura franquista tenía una clara pretensión totalitaria y que perseguía ahormar a la sociedad española de acuerdo con sus principios primigenios: abolición de todo tipo de pluralismo, suspensión de los derechos fundamentales, unicidad del poder político y social, sometimiento absoluto de la población y la estrecha colaboración entre el poder político y el poder eclesiástico. Como consecuencia de los anteriores principios o como otro principio añadido, ha de mencionarse la persecución implacable de los considerados como enemigos o desafectos al régimen impuesto. Y por último, para conseguir la consolidación de la dictadura había de presentarse al “padre de la patria” adornado con todos los atributos de su grandeza: elegido por la Providencia, mente preclara, dotes de mando y de gobierno, como ya le habían reconocido los obispos en sus sermones y cartas pastorales; es decir, se había creado y se ejercía un verdadero culto al generalísimo y caudillo.
Pues bien, desde esta perspectiva, la autora desarrolla el capítulo primero de su libro, al que subtitula: la mutación del icono en la dictadura. Franco convertido en un icono y, como tal, hierático y expuesto a la veneración de sus adeptos y sometidos. En la imagen de Franco no se percibía ninguna imperfección: elegido por la Providencia, general victorioso, gobernante justo; la represión fue una operación quirúrgica necesaria, derrotó al comunismo e impidió que España participara en la Segunda Guerra Mundial en contra de la pretensión de Hitler y, a pesar del aislamiento al que se le sometió, las potencias occidentales terminaron por reconocer los valores de su régimen. Aunque esto se considere un estrambote, sus panegiristas: políticos, periodistas, historiadores, escritores y pintores, lo presentaron de esta forma y lo ofrecieron a la veneración. El NO-DO, al que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define como “un noticiero propagandístico semanal del régimen franquista que se proyectaba en los cines españoles antes de la película en sí, entre 1942 y 1981”, y también la cinematografía participaron en la glorificación del caudillo.
Sin embargo, como dice la profesora Matilde Eiroa, el icono hubo de mutar para asegurar su supervivencia política, la de su dictadura y la de su familia. Sin abandonar los anteriores atributos, asumió los de buen gobernante, autor del milagro económico y protector de la patria y de los españoles, al mismo tiempo que disimulaba la marginación a la que estaba sometido su régimen por parte de los países democráticos de Occidente. En esta especie de estado de quietud, los panegiristas y propagandistas de la dictadura aprovecharon y abusaron de la oportunidad de los “25 años de paz” (1964) para llevar a cabo un nuevo proceso de exaltación icónica, que se actualizó a finales de 1966 con motivo del referéndum sobre la Ley Orgánica, que se convirtió en un plebiscito. El contrapunto de los fastos de 1964 se presentó en octubre y noviembre de 1975 con el reality show de la larga agonía del caudillo. A lo largo de la dictadura pero, sobre todo, durante la segunda fase, el humor y los chistes, participando aparentemente en la exaltación del icono, pusieron la nota ácida de la ironía y mostraron la doble cara de la realidad sobre la que estaba entronizado el personaje. Para encontrar las posiciones críticas respecto a la dictadura de Franco había que buscarlas en el exterior: historiadores como Tuñón de Lara, editoriales como Ruedo Ibérico, periódicos como Le Monde, emisoras como Radio París, la BBC y La Pirenaica.
En la segunda parte del libro (capítulo segundo) la autora analiza la fabricación y difusión de su objeto cultural entre los años 1975 y 2000, que de forma precisa sintetiza como “la convivencia del discurso hagiográfico con el democrático”. El significado del término “hagiográfico” es claro (biografía excesivamente elogiosa), pero “democrático” es un término polisémico porque puede referirse tanto a los que lo utilizan (pluralidad ilimitada de sujetos) como al significado que se le otorga (favorable, desfavorable, acrítico) y también a las fuentes documentales y al método seguido en su elaboración. Así pues, para comprender el planteamiento de la profesora Matilde Eiroa, ha de tenerse en cuenta la aparición de una serie de factores nuevos: en primer lugar, el cambio sociopolítico que se dio en España entre 1976 y 1978 que se plasmó en la constitución democrática de 1978, proceso que se consolidó a partir de 1982; en segundo lugar, ha de subrayarse también un fenómeno de carácter sociológico y político: en aquellos años se utilizó profusamente el concepto de “franquismo sociológico” pero, al mismo tiempo, quienes asumían esta categorización parecían sufrir una especie de perturbación psíquica que les impedía manifestarse como tales, de manera que por arte de birlibirloque todos ellos se habían convertido política y socialmente en personas “de centro”. Este estado de simulación política empezó a debilitarse en 1989, cuando se inició el rearme de la derecha política mediante la organización (refundación) del Partido Popular (PP), el debate político, los medios de comunicación afines, la propaganda y hasta la ayuda de la jerarquía eclesiástica. El primer hito del proceso se alcanzó en 1996 con la formación del primer gobierno del Partido Popular y la cima en 2000 con el triunfo electoral de este partido por mayoría absoluta. Este triunfo electoral actuó como bálsamo de Fierabrás para desacomplejar a los tímidos profranquistas y animarlos a exhibir sus viejas convicciones políticas. Sin embargo, ha de decirse que el impasse de la derecha política fue aprovechado por el pensamiento crítico para documentar y analizar con profundidad la auténtica historia de la figura y la obra del general Franco.
En este contexto político y cultural ha de situarse el segundo capítulo de este libro, en el que, tal como sintetiza la autora, se mantiene, por un lado, el viejo discurso que procede de las décadas de la dictadura, aprovechando para propalarlo las principales efemérides del régimen franquista y muy en particular los sucesivos aniversarios de la muerte del caudillo. Para impulsar estas celebraciones y guardar su memoria se creó la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF). El icono del dictador seguía expuesto aunque sin los poderes taumatúrgicos. Pero, por otro lado, la historiografía científica se puso manos a la obra para situar a la persona y la obra de Franco en el lugar que le correspondía en la historia del siglo XX desde la perspectiva del conocimiento histórico. En este sentido fueron nombres señeros, a título de ejemplo, los de los historiadores Juan Pablo Fusi, Javier Tusell, Paul Preston, Ángel Viñas y Alberto Reig. Sin embargo, los panegiristas del dictador y de la dictadura hicieron un esfuerzo intelectual para presentar sus discursos de forma aparentemente científica, aunque sin variar apenas su contenido. A este respecto deben de citarse los nombres de Ricardo de la Cierva, Stanley G. Payne y, muy especialmente, el de Luis Suárez, un catedrático de Historia Medieval que al frente de la FNFF asumió el compromiso de reivindicar para la posteridad la figura y la obra de su admirado jefe político. A lo largo de los años noventa del siglo pasado, otros escritores y políticos, a rebufo de los éxitos electorales del PP, tales como Pío Moa, César Vidal o Jesús Palacios, trataron de recuperar y actualizar los viejos discursos profranquistas de las primeras décadas de la dictadura, sembrando de esta forma los planteamientos revisionistas a los que se aludirá más adelante. También desde la ficción –la literatura y el cine- se expresó la doble visión de este objeto cultural: en unos casos con sentido crítico e, incluso, irónico, y en otros, con una clara carga de nostalgia y añoranza, aunque trasmitida a veces con humor. Por último, a medida que pasaban los años la figura y la obra del dictador se alejaban de los intereses y disminuían las adhesiones de los españoles, tal como reflejan las encuestas realizadas en los años noventa. Datos que inducen a plantear la cuestión de cómo compaginar dicho desinterés con la buena acogida de los discursos revisionistas.
El contexto en el que la autora desarrolla la tercera parte (capítulo tercero) de su libro es una prolongación de la anterior aunque ha de decirse que durante esta fase, que titula solo con una apelación cronológica (“Franco a comienzos del siglo XXI”), la investigación historiográfica crítica experimenta un importante avance, incorporando a sus aportaciones anteriores estudios minuciosos sobre aspectos de la vida pública y privada del dictador y en torno a decisiones políticas importantes con el objetivo de “desmitificar” la excelsa figura creada por panegiristas y corifeos, o dicho con otras palabras, quitarle el brillo al icono para restituirlo a su mera humanidad. Pero, por otra parte, se intensifican los trabajos de los autores profranquistas, alimentando el movimiento revisionista que, al igual que en Alemania respecto a la historia del régimen nazi, no se refiere al progreso del conocimiento historiográfico sino que, más bien, adopta una actitud negacionista y reivindicativa respecto a los orígenes de la guerra civil, la represión franquista, la consideración de la guerra como cruzada o liberación nacional, la intervención del régimen en la Segunda Guerra Mundial, los éxitos en la política internacional y en la economía, la austeridad y honestidad del dictador, etc. La hiperactividad del revisionismo histórico coincide en el tiempo con el radicalismo con el que el PP ejerce su oposición a las medidas de política reformista del gobierno socialista, después de ser despojado del poder en 2004 en las elecciones generales del mes de marzo, cuyo resultado consideraron ilegitimo. Las reivindicaciones a favor de las víctimas de la represión franquista y los debates parlamentarios, en la prensa y en los medios de comunicación sobre el proyecto de memoria histórica, radicalizaron aún más el ambiente: los políticos del PP y sus ideólogos se oponían al proyecto de ley de memoria histórica al mismo tiempo que negaban su relación con las políticas de la dictadura, régimen que no han llegado a condenar de manera explícita, afirmando que su origen se halla en la etapa constitucional; y los apologistas y escritores profranquistas, desde su perspectiva negacionista, se oponían a dicho proyecto de ley a la vez que criticaban de manera exacerbada, sin el adecuado apoyo documental la mayor parte de las veces, las actuaciones de las organizaciones de la izquierda durante la Segunda República y la guerra civil, que consideraban antecesoras directas de las actuales. Desde su posición panegirista llegaron a presentar al régimen de Franco como antecesor e inspirador del régimen democrático que comenzó con la constitución de 1978.
Este contexto es el que se halla detrás de las múltiples y diversas representaciones de Franco durante las dos primeras décadas del siglo XXI que la profesora Matilde Eiroa sintetiza con acierto. La Historia, la Literatura, los medios de comunicación, el cine en sus diversos formatos, la prensa gráfica y la humorística, intervinieron en la ingente labor de desvelar el rostro y la obra del dictador. Entre los historiadores, aunque son muchos los que pueden citarse: Enrique Moradiellos, Julián Casanova, Antonio Cazorla, Aberto Reig…, ha destacarse a Ángel Viñas, quien desde los primeros años de la segunda década ha llevado a cabo un trabajo sistemático para desmontar los mitos con los que la literatura profranquista había adornado a su icono. Los títulos de sus libros constituyen la enumeración más adecuada de sus propósitos: en ellos se hace referencia a la conspiración, al primer asesinato, a los sobornos; pero el más representativo es el titulado: La doble cara del Caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco, publicado en 2015. Pero, al mismo tiempo, los revisionistas llevaron a cabo un importante esfuerzo, a cuyo frente se hallaba sin ningún tapujo ni disimulo el hispanista norteamericano Stanley G. Payne, quien junto al periodista Jesús Palacios escribió en 2014 una biografía del dictador, que fue analizada y criticada por un grupo de historiadores coordinado por Ángel Viñas (Sin respeto por la Historia. Una biografía de Franco manipuladora, 2015). El revisionismo extendió su contagio hasta la Real Academia de la Historia, en el Diccionario Biográfico Español, algunas de cuyas entradas fueron redactadas por autores de esta tendencia. Trabajos que asimismo fueron criticados en una obra coordinada por Ángel Viñas en 2012 (En el combate por la Historia. La República, la Guerra Civil, el franquismo).
La literatura y el periodismo intervinieron también en este doble proceso de desmitificar o de mantener el mito que rodeaba el icono de Franco. Estas tareas ya se habían iniciado en los dos últimas décadas del siglo anterior y, a título de ejemplo, pueden mencionarse dos nombres de escritores: Manuel Vázquez Montalbán y Francisco Umbral; pero la tendencia continúa en el nuevo siglo, de la que se citarán otros dos nombres, que tienen la doble condición de escritores y periodistas: Juan Luis Cebrián y Javier Rioyo. En el periodismo, las enfrentadas posiciones ante el icono se manifiestan con mayor nitidez, dados el intenso partidismo y la ideologización de la prensa escrita española, mayoritariamente conservadora, lo mismo que en las emisoras de radio y las cadenas de televisión, destacando de manera especial las de titularidad eclesiástica. Probablemente, el cine ha sido el medio en el que el mito y el personaje de Franco han sido tratados con mayor ironía y acritud. También a título de ejemplo se citarán dos realizadores: Els Juglars (2003) y Alex de la Iglesia (2009). Finalmente, ha de mencionarse la representación de Franco como objeto de mofa particularmente en algunos programas de televisión, valiéndose de sketchs, chistes y muñecos que ridiculizaban el personaje. Esta representación de Franco, trasformada ya de icono a figura cómica, la utiliza la autora para adentrar a los lectores en una reflexión sobre la banalidad de la figura y obra de Franco, lo que representa un claro peligro para el conocimiento histórico y la actitud de los ciudadanos ante la dictadura.
Finalmente, la cuarta parte del libro (capítulo cuarto) lo dedica la autora a las representaciones de Franco “en los tiempos y espacios de internet”. Cronológicamente este capítulo coincide con el anterior y los espacios de internet han sido los cauces más adecuados y los lugares más usados por los que han circulado y se han expuesto las múltiples expresiones y representaciones artísticas, con los más variados significados y la finalidad manifiesta de impactar a los espectadores.
Pero la profesora Matilde Eiroa hace un hincapié especial en las capacidades que brinda internet para la creación y la difusión de las representaciones de Franco, y en lo que resulta aún más novedoso, el poder conocer al instante el efecto que producen sobre los interesados (amigos, seguidores) por la posibilidad de interactuar con los autores de dichas representaciones que han sido colgadas en la red. Internet facilita la investigación, la elaboración y la autopublicación de todo tipo de objetos culturales: textos, expresiones gráficas, dibujos, chistes, sketchs…, con sentido crítico, humorístico, irónico o apologético. Respecto a la circulación por internet de las representaciones de Franco, una vez llevado a cabo el proceso de desmitificación, hay tres temas en los que se ha fijado la autora con mayor atención: el de la muerte del dictador, el de la exhumación del cadáver de la Basílica de Cuelgamuros y su traslado al cementerio de El Pardo, y el de vigilante de la democracia. Las representaciones alusivas a estos temas han circulado profusamente a través de los memes, twits y whatsapps.
Así pues, la profesora Matilde Eiroa que hecho un excelente trabajo con este libro sobre Franco en la cultura contemporánea desde la perspectiva de su transformación de héroe a figura cómica. Sin duda, es un planteamiento original y que le ha exigido una inmensa dedicación; pero ha de tenerse en cuenta también el riesgo de banalización de la figura del dictador, que puede acompañar, a la vez que queda pendiente la pregunta sobre cómo es posible que un personaje de estas características siga despertando el interés e, incluso, la atracción de un sector numeroso, el más conservador, de la sociedad española.