Artigas en Paraguay de Pablo Serrano [español], sin firma.
Carbonilla sobre papel 30 x 36 cm, Circa 1950.
Procedencia: donación del Ing. Jorge Masenés, 2003 MHN de Uruguay.
Carpeta de Inventario N. 4026.
¿Qué memorias, qué narrativas históricas, qué genealogías se activan al invocarse los nombres de figuras y hechos del pasado en los conflictos del presente? ¿Qué simbolizan? ¿Y qué incidencia tienen en la vida pública y en las disputas políticas y sociales? ¿Son capaces de ofrecer orientación a los actores individuales y colectivos y de dotar de sentido a los acontecimientos y a las experiencias actuales?
Estos interrogantes, pasibles de ser planteados en distintos espacios y coyunturas, cobraron una renovada vigencia en Argentina y Uruguay con la creación del Proyecto Artigas en la provincia de Entre Ríos, en octubre de 2020. La singular decisión de Dolores Etchevehere, de donar una parte de la propiedad que reclama como heredera a una cooperativa de trabajadores rurales asociados con militantes sociales y políticos, convirtió una querella familiar y jurídica circunscrita al ámbito privado en una disputa pública de gran resonancia mediática. En la misma se pusieron en juego cuestiones de género, ambientales, sociales, económicas, políticas, corporativas y, tal como evidencia la elección del nombre Proyecto Artigas, simbólicas e identitarias.
Estas últimas son las que aquí nos interesan, ya que las referencias movilizadas alrededor de la figura de José Gervasio Artigas y las discusiones que suscitó a ambos lados del Río de la Plata permiten plantear interrogantes significativos sobre las formas en las que se vinculan distintos sectores de la sociedad argentina con su pasado. En tal sentido proponemos sumar algunos elementos de análisis y de reflexión en diálogo con los aportados en sus textos por José Rilla, Ana Clarisa Agüero y Ana Frega.
Artigas: de caudillo bárbaro a héroe latinoamericano
Tanto en su texto, como en sus intervenciones y en trabajos previos de mayor calado, Rilla reconstruyó la historia de los usos y apropiaciones que se hicieron de Artigas y del artiguismo en el marco de las disputas políticas e ideológicas que atravesaron y atraviesan la vida pública uruguaya 1. En ese sentido, se destaca el proceso iniciado en las últimas décadas del siglo xix a partir del cual se constituyó, tal como precisa Frega, en el “héroe fundador” de Uruguay y, así, en un emblema nacional indiscutible capaz de ser invocado para legitimar las más diversas opciones políticas e ideológicas del presente. No se trata, por cierto, de una particularidad uruguaya, pues buena parte de las figuras que pueblan los panteones nacionales hispanoamericanos tuvieron una actuación destacada en el período revolucionario e independentista y fueron entronizados por las historiografías nacionales que se empezaron a constituir en la segunda mitad del siglo xix2. En Argentina ese sitial de honor lo ocupan Manuel Belgrano y, sobre todo, José de San Martín, el “padre de la patria”, a quienes Bartolomé Mitre les dedicó sendas biografías fundacionales de la historiografía nacional en el último tercio del siglo xix3.
Más allá de las consideraciones que se puedan hacer en cada caso, estas interpretaciones históricas fueron exitosas en la nacionalización de figuras que vivieron en un período en el que las actuales naciones hispanoamericanas no estaban configuradas en términos políticos, territoriales e identitarios4. El caso de Artigas resulta paradigmático, ya que es considerado a la vez como una suerte de padre fundador de la nacionalidad uruguaya y como una figura destacada de la historia argentina durante el período revolucionario e independentista, precisamente porque su actuación se produjo cuando aún no habían cobrado forma ambas naciones y sus actuales territorios formaban parte de un mismo espacio político cuyo destino era entonces incierto.
Sin embargo Artigas no siempre fue valorado de modo positivo en el lado argentino. Su caracterización durante el siglo xix como un bandido, un caudillo bárbaro y un promotor de la anarquía, fue central en las interpretaciones de las guerras de independencia y civiles, tal como se puede apreciar en dos textos fundacionales que contribuyeron a definir a la nación argentina y su historia y que, no casualmente, son también biografías: Facundo de Domingo F. Sarmiento y La historia de Belgrano de Bartolomé Mitre.
En su texto, Ana Frega nos recuerda un artículo publicado en 1869 en el que el político y escritor uruguayo Juan C. Gómez planteaba que Juan Manuel de Rosas podía considerarse como una suerte de hijo de Artigas5, algo que Sarmiento había planteado un cuarto de siglo antes en Facundo al sostener que
“La montonera, tal como apareció en los primeros días de la República bajo las órdenes de Artigas, presentó ya ese carácter de ferocidad brutal y ese espíritu terrorista que al inmortal bandido, al estanciero de Buenos Aires, estaba reservado convertir en un sistema de legislación aplicado a la sociedad culta, y presentarlo, en nombre de la América avergonzada, a la contemplación de la Europa6”.
No se trataba de una referencia casual o tomada azar. En efecto, Artigas ocupa un lugar relevante en la biografía que Sarmiento le dedicó al caudillo riojano Facundo Quiroga a fin de poder entender el origen de las guerras civiles y, sobre todo, las razones que habían permitido el advenimiento de Rosas al poder. Su texto presenta a Artigas como el primer caudillo que había logrado expresar y liderar política y militarmente a la campaña bárbara, un elemento radicalmente exterior a la civilización afincada en las ciudades y que pudo introducirse en las mismas por efecto de la revolución y de la guerra. En “Revolución de 1810”, un capítulo clave que cierra la primera parte del libro, se señala que
“Éste era el elemento que el célebre Artigas ponía en movimiento; instrumento ciego, pero lleno de vida, de instintos hostiles a la civilización europea y a toda organización regular; adverso a la monarquía como a la república, porque ambos venían de la ciudad y traían aparejado un orden y la consagración de la autoridad. ¡De este instrumento se sirvieron los partidos diversos de las ciudades cultas, y principalmente el menos revolucionario, hasta que, andando el tiempo, los mismos que lo llamaron en su auxilio sucumbieron, y con ellos, la ciudad, sus ideas, su literatura, sus colegios, sus tribunales, su civilización!7”
Mitre, por su parte, le dedicó a Artigas varias páginas críticas en su Historia de Belgrano en la que lo calificó como “el caudillo del vandalismo y de la federación semibárbara”8. Sin embargo, en unos apuntes sobre el caudillo que formaban parte de una serie de Estudios Históricos destinados a presentar un panorama de la revolución y de las guerras civiles que nunca llegó a completar y que serían publicados en forma póstuma, Mitre propuso una visión menos apasionada y más ecuánime de Artigas. En ese sentido advertía, quizás para su fuero íntimo, que “El historiador, el filósofo profundo hojeará algún día las páginas de su vida y al confrontar sus hechos con sus días lo absolverá de una gran parte de las acusaciones que se le hacen”9.
Estas palabras de Mitre fueron premonitorias. Hace décadas que Artigas dejó de ser tratado en Uruguay y en Argentina como una figura asocial y demoníaca que encarna la barbarie y el vandalismo. Todo lo contrario, es considerado como un héroe fundacional de la nacionalidad uruguaya, lo que de algún modo también contribuyó a blindar las críticas que se le pudieran hacer desde Argentina. Este proceso de revalorización se inició a fines del siglo XIX y durante el siglo XX se consolidó, contribuyendo para ello tanto la prédica y la labor de la historiografía militante como de la académica. A lo largo de ese recorrido se fueron proponiendo otras interpretaciones sobre Artigas y el artiguismo que incorporaron nuevas dimensiones de análisis y prestaron atención a fuentes hasta entonces no tratadas10. En ese sentido resultan de particular interés para el tema que estamos tratando las interpretaciones del proyecto artiguista que comenzaron a extenderse a partir de la década de 1960 y que le atribuyeron un contenido socioeconómico revolucionario y latinoamericanista a tono con el clima político e ideológico de la época.
El nombre del Proyecto
¿Por qué razón los militantes del Proyecto Artigas decidieron darse ese nombre al comenzar la tercera década del siglo XXI? No se trata de una decisión obvia, natural o evidente, ya que también podrían haber apelado a un nombre sin ningún anclaje histórico y que expresara algún valor digno de ser reivindicado; o, a tono con algunos discursos militantes en boga, a una expresión proveniente de la lengua de los pueblos originarios de la región como el guaraní y que también permitirían remitir a la experiencia artiguista. O, tal como advierte Agüero en su texto, a otras figuras destacadas a nivel provincial y regional como Francisco “Pancho” Ramírez, sobre todo si se considera que el Proyecto coincidió con el año del bicentenario de la creación de la efímera República de Entre Ríos liderada por ese caudillo federal enfrentado a Buenos Aires. Quizás esa elección le habría dado un tinte muy local a un proyecto que se iniciaba en Entre Ríos pero aspiraba a expandirse, pero sobre todo podría ser motivo de objeciones y polémicas, ya que Ramírez también se había terminado enfrentando con Artigas contribuyendo a su derrota y al fin del artiguismo. Más allá del hecho histórico en sí, esto evidencia algunas de las dificultades que se producen cuando se busca cifrar en un nombre propio una experiencia compleja como la del federalismo rioplatense que estuvo protagonizada por actores a los que no resulta sencillo alinear en una misma genealogía sin tergiversar groseramente los hechos históricos. Artigas, en ese sentido, parece una figura indiscutida y con mayor capacidad para resistir objeciones: se mantuvo fiel a su proyecto durante años, resistió los embates del gobierno centralista y del imperio portugués, y tras su derrota en 1820 se exilió en Paraguay donde vivió en forma austera durante tres décadas.
Más allá de las especulaciones que puedan hacerse en ese sentido, y tal como precisa Agüero en su texto, en la página web del Proyecto Artigas hay un apartado titulado “Nuestra inspiración” en el que se explican las razones por las cuales se decidió elegir ese nombre. Dicho texto, que es a la vez informativo y pedagógico, señala en clave revisionista la vigencia de las ideas de algunos próceres como Artigas destacando que su proyecto habría tenido un carácter “federal, popular y latinoamericanista” que lo habría llevado a enfrentarse a la dirigencia unitaria porteña y a los poderes extranjeros11. Asimismo plantea que ese pensamiento, y en particular el referido a la tierra, habría sido ocultado hasta el presente. Para fundamentar esta posición se citan fragmentos de una biografía de Artigas publicada por el historiador neorevisionista argentino Pacho O’Donnell12. Su argumentación se funda en el Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados sancionado por Artigas en 1815 que habría promovido “la primera reforma agraria de Latinoamérica” y la oposición de las clases propietarias.
Este texto permite esclarecer cuáles fueron las razones de la elección del nombre de Artigas, de aquello que quería ser recuperado de la experiencia que lideró: su proyección latinoamericana, su carácter popular, su federalismo radical en oposición al centralismo porteño y, sobre todo, tal como señalan Rilla y Agüero, el Reglamento considerado como un antecedente del Proyecto en lo que implica el reparto de la tierra. Artigas simbolizaría así el carácter inconcluso que habría tenido la revolución de independencia en términos sociales y económicos, pero también político-territoriales. De haber triunfado su proyecto, los pueblos se habrían unido en una confederación, los sectores populares se habrían impuesto a las elites liberales urbanas, a los grandes propietarios y a las potencias extranjeras, y se habría edificado una sociedad igualitaria en la que la tierra estaría en manos de los más humildes. El Proyecto se concibe entonces como uno de los tantos intentos por retomar el sentido nacional, popular y latinoamericano de la revolución de independencia.
Artigas en las disputas del presente argentino
Ahora bien, a pesar de la centralidad que pareciera tener la experiencia artiguista como referencia capaz de dotar de sentido su accionar y su propuesta, lo cierto es que ese pasado casi no aparece invocado en los relatos, declaraciones y documentos producidos por el Proyecto Artigas y por sus referentes. En efecto, y dejando de lado el texto citado en el apartado anterior y alguna mención ocasional, casi no pueden encontrarse referencias a Artigas y a la experiencia artiguista y ni siquiera al Reglamento, salvo su imagen y la bandera que creó sobre la cual volveremos más adelante.
Esta ausencia, por demás significativa, se puede advertir también en las reacciones de quienes se opusieron al Proyecto. Las respuestas que se hicieron cargo de la dimensión histórica del conflicto o, más precisamente, de sus referencias genealógicas e identitarias, sostenían que se estaba haciendo una malversación de la figura de Artigas y del proyecto artiguista, particularmente en lo referido a la interpretación del Reglamento de 1815. Es el caso de un artículo publicado en el diario La Nación por Nelson Fernández, su corresponsal en Uruguay, que ya desde su título procuraba afirmar que se trataba de una disputa en torno a la interpretación del pasado: “Las verdaderas raíces del proyecto Artigas que Grabois busca reinterpretar” 13. El periodista sostenía que se había tergiversado el sentido del Reglamento para darle un contenido nacional y popular o revolucionario que en verdad no había tenido. Asimismo, y a fin de reforzar su argumentación, citaba un estudio en el que Rilla examina los usos de Artigas en el debate político uruguayo. Tal como el propio Rilla señala en su texto, pocos días más tarde fue invitado a participar de un Podcast sobre el cual La Nación publicó un artículo breve que incluyó un pasaje de la entrevista que podía ser entendido en un sentido afín a la interpretación del diario que era crítica del Proyecto Artigas:
“Artigas un poco héroe, no sólo político sino social y económico, con un programa casi pre socialista... nada de eso tiene que ver con Artigas. Pero no importa. El tema es encontrar alguna zona de continuidad para capitalizarla y usarla... No vamos a encontrar una vocación de carácter social en la fraseología del artiguismo, ni reforma agraria como se la entendió a la revolución mexicana o a otras revoluciones latinoamericanas, ni menos la lucha contra las formas de dominación de género”14.
Por su parte, el líder del Partido Colorado y ex Presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, también había realizado declaraciones impugnando la interpretación del Reglamento como una reforma agraria, a la vez que la insertaba en una narrativa más amplia sobre el pasado que calificaba como “visión kirchnerista de la historia” sobre la que volveremos en el próximo apartado. Su voz polémica suele ser recogida por los medios argentinos, tal como en esta ocasión lo hizo el diario Clarín que reprodujo parte de sus declaraciones en una nota titulada “El nombre del prócer. Julio María Sanguinetti, ex presidente uruguayo: ‘Artigas está tergiversado en la versión kirchnerista de la historia’”15.
Como podrá apreciarse, las respuestas orientadas a discutir la interpretación del Reglamento y del artiguismo fueron realizadas por políticos, periodistas, académicos e intelectuales uruguayos. En Argentina sólo llegaron algunos de sus ecos recogidos por la prensa que procuraba restarle legitimidad al Proyecto Artigas, pero casi no se produjeron respuestas del mismo tenor o éstas tuvieron muy poca visibilidad. En líneas generales la impugnación fue jurídica, política, ideológica, económica e incluso moral, ya que apuntaba a calificar al hecho como una usurpación y a desprestigiar a sus protagonistas, pero casi no se hicieron referencias a la dimensión histórica, simbólica e identitaria que planteaba el nombre de Artigas, como si se tratara de un artilugio irrelevante que no merecía mayor atención. Este desinterés se puede apreciar incluso en los medios periodísticos con mayor afinidad ideológica al Proyecto Artigas, como Página 12 y Tiempo Argentino, que no le dedicaron espacio al debate histórico e historiográfico como sí lo hicieron, por ejemplo, a la cuestión ambiental y a la perspectiva de género.
Este relativo silencio podría atribuirse al hecho de tratarse de una figura finalmente identificada con otro país. Sin embargo, como vimos, Artigas había sido central en la historiografía y la ensayística argentina del siglo xix y de buena parte del siglo xx, y en la actualidad sigue teniendo un lugar destacado en las interpretaciones realizadas por su historiografía ya sea académica, militante o de divulgación. En ese sentido entendemos que el episodio revela una cuestión que trasciende a Artigas y la experiencia artiguista: los cambios que se produjeron durante las últimas décadas en la relación que tiene buena parte de la sociedad argentina con su pasado y, más precisamente, con el que había sido central en el proceso de constitución de la historiografía nacional enfocada en la revolución, las guerras de independencia y las guerras civiles de la primera mitad del siglo xix. A modo de hipótesis podría plantearse que si hasta las décadas de 1960 y 1970 ese pasado era central en las identidades de las distintas fuerzas políticas en pugna ya que podía ofrecer orientación en los conflictos del presente al incluirlos dentro de una misma narrativa histórica que hundía sus raíces en el siglo xix y aún más atrás, desde entonces fue perdiendo esas cualidades al prevalecer su institucionalización y escolarización mientras sus principales hechos y figuras se convertían en meras efemérides. Dicho de otro modo: su invocación, que es permanente y omnipresente, ya no parece tener capacidad para activar disputas significativas en la vida pública argentina o para insertarse en tramas narrativas que lo sean. Si bien es cierto que desde fuerzas políticas e ideológicas identificadas con el populismo y la izquierda se procura reactivarlo como clave explicativa de los conflictos contemporáneos, su éxito en ese sentido es relativo y muchas veces no pasa de ser un recurso retórico. Se trataría, en suma, de un pasado que se enfrió o, para ser más precisos ya que aún es decisivo como mito fundacional de la nación argentina16, que se entibió.
La bandera de Artigas
Este enfriamiento del pasado vinculado a las guerras de independencia y civiles del siglo xix se puede apreciar también en algunos símbolos que se utilizaron en el marco del conflicto provocado por el Proyecto Artigas. Más precisamente, en las banderas enarboladas por quienes se movilizaron tanto para apoyarlo como para rechazarlo. Para examinar esta cuestión ampliaremos el foco a fin de incorporar en el análisis a otras coyunturas y a otros actores relevantes de la vida política argentina reciente.
El discurso del kirchnerismo, y en particular el de Cristina Fernández de Kirchner, se caracterizó por promover una recuperación del pasado revolucionario e independentista insertándolo en una genealogía de luchas populares latinoamericanas17. Dentro de esa serie, construida a partir de interpretaciones desarrolladas por el revisionismo, también se incluye a Artigas como símbolo del federalismo popular latinoamericanista contrario al centralismo liberal porteño. Sin embargo, no fue una figura muy citada por Cristina Fernández de Kirchner18. Entre esas excepciones se destaca el discurso que pronunció el 25 de junio de 2013, al celebrarse los 200 años de la fundación de la ciudad de Paraná, la capital de la Provincia de Entre Ríos. En un pasaje también citado por Rilla, la entonces Presidenta se refirió a la “bandera de Entre Ríos cruzada por esa franja roja que es el símbolo de Artigas, vivo en la tierra entrerriana, ¡que quiso ser argentino y no lo dejamos, carajo!”19. Esta aseveración enfática, que recuperaba el proyecto confederacionista de Artigas y lo interpretaba en clave nacionalista argentina, reaparece cada tanto en los debates políticos, ideológicos y académicos, y da cuenta de las dificultades para alinear con precisión a los “héroes fundadores” con las naciones que los proclaman para sí, suponiendo por ejemplo en este caso que a comienzos del siglo XIX el gentilicio “argentina/o/s” remitía a la nacionalidad argentina cuando esto no era necesariamente así20.
Más allá de las precisiones que puedan hacerse al respecto, aquí nos interesa la referencia a la bandera que había sido adoptada por la provincia en 1987, y cuyo diseño es similar a la de Argentina creada por Manuel Belgrano pero cruzada con una franja roja que además de simbolizar al federalismo remite en forma directa al artiguismo. Esto último había sido hecho explícito por la legislatura entrerriana pocos días antes del discurso de Cristina Fernández al sancionar una ley que establecía al 19 de junio como “Día de la Bandera de Entre Ríos” en homenaje al nacimiento de Artigas, su creador. Bandera que también había sido adoptada en 1820 por Francisco “Pancho” Ramírez como emblema de la efímera República de Entre Ríos, y que de ahí en más se convertiría en símbolo del partido federal21.
No parece casual que la historia de las valoraciones que se hicieron y se hacen de éstos u otros símbolos que expresan identidades políticas sea en buena medida análoga a las de las interpretaciones del federalismo y el caudillismo. Volvamos a Sarmiento, que en Facundo había llamado la atención sobre el uso del colorado como imposición de Rosas para expresar la adhesión unánime al federalismo en reemplazo de los colores de la bandera nacional. Para demostrar su hipótesis construyó una serie amplia y heterogénea de ejemplos tomados de la historia universal en los que se había hecho uso de ese color que consideraba patrimonio de las fuerzas de la barbarie22. En esa serie Artigas ocupaba nuevamente un lugar significativo pues había sido quien le habría agregado “al pabellón argentino, una faja diagonal colorada”.
Hoy en día, ese color que había sido tan controvertido por su identificación con Rosas, forma parte de las banderas de varias provincias que proclaman su identidad federal como La Rioja, cuna de Facundo Quiroga. Esto se pudo apreciar en el velorio en el Congreso Nacional del ex presidente argentino Carlos Saúl Menem, fallecido el 14 de febrero de 2021 mientras escribíamos este texto, cuyo féretro fue recubierto por las banderas de Argentina, de la Provincia de La Rioja y la camiseta del club de fútbol River Plate23.
Velatorio del Ex Presidente Carlos Saúl Menem en el Senado de la Nación (14/2/2021)
En relación al caso que aquí nos interesa, cabe destacar que en todas sus presentaciones públicas los miembros del Proyecto Artigas utilizaron una iconografía que combinaba un semblante del caudillo con la bandera federal y, en varias ocasiones, con símbolos religiosos, quizás por la cercanía de Juan Grabois con la Iglesia Católica y el Papa Francisco.
Discurso del dirigente Juan Grabois en la puerta de la Sociedad Rural (26/10/2020)
Ahora bien, los entrerrianos que se movilizaron durante varias jornadas rodeando la finca en litigio para repudiar lo que consideraban como una usurpación de la propiedad privada y como una intrusión en los conflictos locales de actores que no eran de su provincia, también utilizaban esa misma bandera.
Banderazo Federal contra el Proyecto Artigas organizado por “Chacareros autoconvocados” en la entrada del predio en disputa (25/10/2020)
Para Sarmiento, y para muchos de sus contemporáneos que habían combatido a Rosas, la franja roja cruzando el pabellón argentino sólo podía ser expresión de la barbarie y del atraso. Pasado un siglo y medio su valoración es otra o, al menos, dejó de ser objeto de rechazo por parte de un sector para convertirse en un símbolo compartido por actores sociales y políticos que confrontan entre sí, y que en más de una ocasión no le reconocen legitimidad alguna a sus contrincantes. En efecto, la apelación al federalismo y a sus símbolos pueden ser utilizados para expresar un discurso de izquierda o populista que reivindica a los trabajadores y a los sectores populares en general, pero también para envolver el féretro del presidente argentino que implementó medidas económicas neoliberales afectando a esos sectores, o para defender los proyectos, valores, ideas e intereses de los grandes propietarios agropecuarios vinculados al mercado mundial.
Consideraciones finales: una historia para el presente y el futuro argentino
Si bien la historia y los símbolos de la revolución de independencia y de las guerras civiles ya no permiten trazar distinciones nítidas entre proyectos, ideas, sensibilidades e intereses, esto no quiere decir necesariamente que las valoraciones y representaciones que se pusieron en juego en el marco de la disputa suscitada durante unos días por el Proyecto Artigas no estén inscritas en narrativas e interpretaciones históricas que las dotan de sentido. En efecto, y tal como advirtió Agüero, las consignas y referencias utilizadas en los discursos que impugnaban el Proyecto Artigas forman parte sustancial de la historia de los siglos xx y xxi ya que lo asociaban en forma negativa con la izquierda revolucionaria y el socialismo al acusar a sus miembros de haber violado la propiedad privada24.
Sin desconocer el peso que tiene esta retórica antisocialista y antirevolucionaria, y antes de concluir, quisiéramos arriesgar otra hipótesis que en cierto modo la incluye: buena parte del sentido histórico a partir del cual el Proyecto fue interpretado por sus opositores proviene de una narrativa y de una valoración antipopulista y, más precisamente, antiperonista. Aunque no siempre ni necesariamente se hicieron explícitas o se presentaron en un relato totalmente articulado, lo que se advierte es que muchas de las expresiones de quienes se opusieron al Proyecto cobran sentido en el marco de una interpretación histórica que identifica la decadencia argentina con la llegada del peronismo al poder en 1945/6 y que en el debate político reciente cristalizó en el sintagma “los 70 años”25. Esta interpretación, que admite diversas variantes y énfasis, sostiene a grandes rasgos que al constituirse la Argentina como nación durante la segunda mitad del siglo xix estaban dadas las condiciones económicas, políticas, institucionales y socioculturales para que se convirtiera en un país desarrollado como lo serían otros similares como Australia o Canadá. Pero ese destino promisorio -una sociedad de clase media e integrada, una economía productiva vinculada al mercado mundial y un sistema político republicano y liberal- se habría malogrado por culpa de las políticas populistas, estatistas y nacionalistas implementadas por el peronismo a mediados del siglo xx, que iniciaron un proceso de creciente degradación y decadencia. Ése es el pasado que en la vida pública argentina sigue siendo caliente al dotar de sentido a los hechos y proveer de una orientación a los actores sociales y políticos, tal como se puede apreciar en los conflictos del presente, incluyendo el provocado durante unos días por el Proyecto Artigas.
Notes
1
José Rilla, La actualidad del pasado. Usos de la historia en la política de partidos del Uruguay (1942-1972), Montevideo, Editorial Sudamericana, 2008. Asimismo pueden consultarse los artículos incluidos en la sección “Uso y abuso: construir un héroe”, en Ana Frega y Ariadna Islas (coords.), Nuevas miradas en torno al artiguismo, Montevideo, Departamento de Publicaciones de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, 2001, pp. 331-420.
2
Germán Colmenares, “La invención del héroe”, Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, Bogotá, Tercer Mundo, 1997, pp. 59-76.
3
Un panorama de la historiografía argentina en Fernando Devoto y Nora Pagano, Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009.
4
José C. Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de independencia, Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
5
Rosas gobernó Buenos Aires durante dos periodos (1829-1832 y 1835-1852). Su actuación fue decisiva para el triunfo del partido federal en las guerras civiles y para imponer la hegemonía de Buenos Aires en el conjunto de las provincias argentinas organizadas como una confederación. Su figura y su accionar se constituyeron en motivos centrales de la literatura y la ensayística del periodo. Un estudio reciente sobre su vida y su época en Raúl Fradkin y Jorge Gelman, Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político, Buenos Aires, Edhasa, 2015.
6
Domingo F. Sarmiento, Facundo. Civilización y Barbarie [1845], Buenos Aires, Eudeba, 1988, p. 62.
7
Domingo F. Sarmiento, Facundo. Civilización y Barbarie, Buenos Aires, Eudeba, 1988 (1845), p. 61.
8
Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina [1887], Buenos Aires, Ediciones Anaconda, 1950, p. 330.
9
Bartolomé Mitre, “José Artigas. Primer original”, en Obras Completas, Vol. XII, Buenos Aires, 1949, p. 291.
10
Ana Frega y Ariadna Islas (coords.), Nuevas miradas en torno al artiguismo, Montevideo, Departamento de Publicaciones de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, 2001.
11
El revisionismo es una corriente historiográfica argentina que emergió en la década de 1930. Dentro de esa corriente pueden reconocerse distintos momentos, enfoques y componentes ideológicos, incluso contradictorios entre sí, pero a grandes rasgos se lo puede caracterizar por su militancia desplegada por fuera de los ámbitos académicos denunciando a la “Historia oficial” mitrista que habría ocultado una historia verdadera que es la que se propondría develar, por su prédica antiliberal, por privilegiar un estilo ensayístico, y por reivindicar a los caudillos como expresión del pueblo o de la nacionalidad.
Fernando Devoto y Nora Pagano, Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, cap. 4; Alejandro Cattaruzza, “El revisionismo: itinerario de cuatro décadas”, en A. Cattaruzza y A. Eujanian, Políticas de la historia. Argentina 1860-1960, Buenos Aires, Alianza, 2003.
12
https://www.proyectoartigas.ar/artigas/. El libro citado es Pacho O’Donnell, Artigas, la versión popular de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Penguin Random House Grupo Editorial Argentina, 2012.
El uso del prefijo “neo” alude a autores revisionistas recientes cuya obra orientada al mercado y destinada a un público amplio retoma los planteos realizados por esa corriente a lo largo del siglo XX sin introducir grandes innovaciones en sus contenidos ni realizar aportes interpretativos significativos.
13
La Nación, 22/10/2020 [en linea]
14
“Artigas: cuánto del pensamiento del prócer coincide con el proyecto de Grabois”, La Nación, 28/10/2020 [en liena].
15
Clarín, 27/10/2020 [en linea].
16
Fabio Wasserman, “Una pregunta en dos tiempos. ¿Qué hacer con la Revolución de Mayo?”, Nuevo Topo. Revista de historia y de pensamiento crítico nº 5, 2008, pp. 45-67 [en linea].
17
Camila Perochena, “La historia en la política y las políticas de la historia. Batalla cultural y revisionismo histórico en los discursos de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015)”, Prohistoria 33, 2020 [en linea]
18
Comunicación personal de Camila Perochena (15/2/2021).
19
Discurso disponible en https://www.cfkargentina.com/cfk-bicentenario-parana-entre-rios/
20
José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, estados: Orígenes de la Nación Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1997, pp. 63-71.
21
Un examen del proceso de creación simbólica durante el proceso revolucionario en Alejandro Herrero, “Proyectos de futuro y símbolos nacionales en la etapa de la Revolución y de la guerra de Independencia en el Río de la Plata. Una aproximación”, CSOnline - Revista Eletrônica de Ciências Sociais, 13, 2011, pp. 62-77.
22
Domingo F. Sarmiento, Facundo. Civilización y Barbarie [1845], Buenos Aires, Eudeba, 1988, p. 119.
Esta controvertida explicación de Sarmiento, que en su momento fue rebatida por algunos contemporáneos como el unitario Valentín Alsina, no podría aplicarse por ejemplo al caso uruguayo, ya que el partido colorado tenía su base en la ciudad y apoyaba a los opositores a Rosas, mientras que el partido blanco tenía una mayor base rural y estaba aliado al federalismo argentino.
23
Menem, que había gobernado La Rioja, construyó buena parte de su carrera política reivindicando la figura de Quiroga y de los caudillos federales del siglo XIX. Sin embargo, durante sus dos mandatos como Presidente (1989-1999), además de promover profundas reformas que reestructuraron al Estado y a la sociedad en favor del mercado y de la internacionalización de la economía, implementó políticas orientadas a poner fin a disputas históricas del siglo XIX y XX, como la decisión de repatriar los restos de Rosas y su inclusión en un billete, o su abrazo con el Almirante Isaac Rojas, una de las figuras más emblemáticas del antiperonismo.
24
Aunque no sea el eje de nuestro análisis cabe consignar que en ningún momento se puso en cuestión la propiedad privada. De hecho, el principal argumento del Proyecto Artigas era que se trataba de la propiedad de Dolores Etchevehere a la que ella podía dar el destino que quisiera. Y tampoco impugnaron el marco jurídico e institucional, ya que si bien denunciaron la connivencia de la justicia con la familia Etchevehere, acataron todas sus decisiones, incluso las que dispusieron su desalojo que realizaron en forma ordenada y pacífica.
25
Esta cuestión la trato con mayor detalle en Fabio Wasserman, El barro de la Historia. Política y temporalidad en el discurso macrista, Buenos Aires, SB, 2021 (en prensa).
Bibliographie
Cattaruzza, Alejandro, “El revisionismo: itinerario de cuatro décadas”, en A. Cattaruzza y A. Eujanian, Políticas de la historia. Argentina 1860-1960, Buenos Aires, Alianza, 2003, p. 143-182.
Colmenares, Germán, Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, Bogotá, Tercer Mundo, 1997.
Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, provincias, estados: Orígenes de la Nación Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1997.
Chiaramonte, José Carlos, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de independencia, Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
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