(Universidad de Valencia - Departamento de Historia Moderna y Contemporánea)
Maria Lai, Le Formiche Rosse, 1991, stoffa e filo cm 18x15.
La proliferación en el espacio público de unos discursos sobre la memoria de ciertos hechos históricos del siglo XX, a los que por sus efectos se les atribuye un carácter supuestamente traumático, tal vez sea uno de los fenómenos más característicos de nuestros días. Suele considerarse como una forma de memoria, por su propósito de mantener vivo un pasado con el que se establece un vínculo de tipo personal y afectivo. De esa manera, a la tradicional distinción entre memoria (del “pasado presente”) e historia (del “pasado histórico”), se añade ahora la novedad de un pasado que, pese a haber adquirido la entidad de histórico, no termina de pasar. Un pasado que se convierte en terreno de disputa o de convergencia de dos actores que intervienen en pie de igualdad: una memoria, a veces denominada “histórica”, y una historia, impregnada de memoria, no sólo del “tiempo presente”, sino de una gran parte del siglo que acabamos de dejar atrás. El efecto peculiar a largo plazo de los acontecimientos históricos de esa centuria, cuya memoria adquiere tanto valor en nuestros días, para muchos resulta equivalente a las consecuencias de una “herida psíquica” tan profunda que con frecuencia recibe el nombre de traumática. Sin embargo, existen modos diversos de concebir el trauma1 y no ha cesado la controversia a favor o en contra del uso de ese término cuando de hechos sociales se trata. Además, la presencia hoy en día de un pasado a tanta distancia de lo sucedido no tiene por qué relacionarse necesariamente con el trauma y sus consecuencias. Puede ser el resultado o bien de cambios culturales que han ido dándose en las últimas décadas, en los sistemas de valores o por motivos políticos, o de una búsqueda consciente – individual o colectiva – de identidad.
Con el propósito de estudiar esta memoria de segundo o tercer grado muy diferente de la memoria del testigo directo de los hechos, que va desapareciendo, tuvo lugar en Valencia el seminario internacional Transferencia de memoria / postmemoria, los días 16 y 17 de octubre de 2017. Se presentaron y discutieron allí dieciocho textos y un buen número de personas, procedentes de universidades y centros de investigación de diferentes países, entablaron un diálogo que dio un inusual relieve a los conceptos, a los enfoques y a las problemáticas de diferentes campos del saber o disciplinas de las ciencias humanas y sociales en relación con nuestro objeto de estudio. El discurso de la memoria al que hemos hecho referencia, como Andrea Huyssen puso de relieve a finales del siglo XX, ha adquirido en las últimas décadas una dimensión global o cosmopolita, pero muestra también múltiples vertientes y tiene peculiaridades en cada caso, lo que hace aún más necesario este tipo de encuentros. De entre todas las posibilidades que ofrecían los materiales del seminario de octubre, hemos considerado oportuno ofrecer al lector de Passés Futurs una selección por fuerza muy limitada en cantidad de artículos, pero lo suficientemente rica en conceptos y tipos de análisis como para que se haga una idea del fenómeno que hemos denominado transferencia de memoria.
La palabra “transferencia” tiene dos significados, tanto en castellano como en inglés o en francés. Por una parte, remite a la acción o al efecto de transferir, en inglés “transfer” y en francés “transférer”: pasar a una persona o cosa de un lugar a otro, un traspaso que con mucha frecuencia alude en particular a la operación por la que se transfiere una cantidad de dinero de una cuenta corriente a otra o a la cesión de un bien a otra persona. De una segunda forma, esta vez en el terreno de la psicología y de la psiquiatría, por transferencia se entiende la evocación de los afectos y emociones de la infancia que se produce en toda relación humana, con más intensidad en la psicoterapia. En el psicoanálisis, a partir de Freud, se trata del proceso psíquico mediante el cual un paciente proyecta inconscientemente a su analista sus antiguos sentimientos, afectos, expectativas o deseos infantiles hacia otra persona, de tal modo que dicha transferencia se convierte en condición necesaria para el tratamiento o cura psicoanalítica con vistas a lograr que lo reprimido e inconsciente sea aceptado por el paciente y se produzca un cambio en su conciencia. De acuerdo con estas dos acepciones, la expresión transferencia de memoria va a tener para nosotros también dos significados: por un lado, remite al paso de la memoria individual o cultural de un lugar a otro o entre generaciones y, por otro, lleva a las ideas o sentimientos, la evocación de los afectos y las emociones que en un momento de la vida llegan a manifestarse en relación con el recuerdo de lo vivido por uno mismo o por otros y de modo muy especial durante la infancia.
El primero de los significados abarca un conjunto extraordinariamente amplio y diverso de procesos de transferencia de memoria. Comprende el paso del recuerdo que surge en el interior de la mente del individuo (el lugar de la memoria biológica) a cualquiera de los medios producido por la cultura de los seres humano (el lugar o mejor los lugares de la memoria cultural), y la transferencia de esta última memoria, de tipo cultural, de uno a cualquier otro de sus distintos ámbitos. Una transferencia cultural que ha ido extendiéndose, ampliándose y diversificándose a lo largo de la historia humana gracias a la aparición del lenguaje único y peculiar de nuestra especie y a su capacidad para inventar relatos y difundir con ellos una memoria que se socializa y consigue ir más allá de la memoria biológica del individuo; a la escritura que fija el recuerdo y lo mantiene vivo, en sus distintos soportes, mucho tiempo después; a los diversos lugares (textos, emblemas, símbolos, monumentos, museos, etc.) en que cristaliza un saber y una política de la memoria colectiva en beneficio de los poderosos o, por el contrario, se democratiza en el espacio público; a las diversas creaciones que consumen memoria, junto con otras materias primas, y las transforman en obras de arte; al espacio de la técnica y la reproductibilidad de la imagen y del sonido, etc. El traspaso de memoria en el interior o en el exterior de la familia y demás grupos sociales o entre generaciones y más allá de ellas es el resultado de todo lo anterior.
Semejante modo de concebir el proceso de memoria transferida de un lugar a otro permite destacar las semejanzas y las diferencias en los distintos tipos de memoria – biológica y cultural –, pero nuestro interés se centra en el estudio de la nueva memoria cultural que ha aparecido en las últimas décadas, como decíamos al comienzo. Por dicho motivo, nuestro concepto de transferencia de memoria queda en cierto modo modificado por el segundo significado de dicha expresión, que procede de la psicología y puede entenderse o no en un sentido acorde con la teoría y la práctica del psicoanálisis. Porque aquello que proponemos es reducir nuestro campo de estudio a un tipo de proceso y centrar nuestra atención en una clase de sujeto que constantemente se impone o adquiere una importancia excepcional en los discursos de la memoria contemporáneos. Se trata de la figura del niño, del hijo, del nieto, de quien no fue protagonista de unos hechos históricos que siguen muy presentes, del descendiente directo que es visto también como una víctima, si es que no se le considera la víctima por excelencia. En no pocos casos, estamos ante un testigo indirecto de lo ocurrido, un testigo de sus secuelas, de las profundas heridas psíquicas producidas por unos hechos supuestamente traumáticos o debido al silencio, al olvido, a la desconexión o a la pérdida de una identidad colectiva por otros motivos de tipo social y sobre todo político. Por encima de todo, son personas que dan testimonio de cómo o de qué distintas maneras la transmisión de la memoria de unas generaciones se ha modificado sustancialmente. La transferencia de memoria aparece ahora como un proceso discontinuo, interrumpido y restablecido, modificado y transformado en la conciencia de quienes no vivieron los acontecimientos dramáticos de la pasada centuria, cuyos efectos se sienten de un modo personal e íntimo en el terreno de los sentimientos, de los afectos, de las expectativas, de los deseos no pocas veces ocultos o reprimidos.
Maria Lai, La Robusta Anima Mia, stoffa e filo cm 27x17x3.
El dossier que hemos titulado Transferencia de memoria está dedicado a la transmisión de una memoria que estuvo profundamente marcada en este caso por cuatro hechos históricos que pueden considerarse traumáticos o profundamente perturbadores por sus efectos psicológicos y sociales. De las cinco contribuciones, una nos habla de la memoria del Holocausto y de la Segunda Guerra Mundial en Alemania (1939-1945), dos de la memoria de la Guerra Civil (1936-1939) y en cierto modo también de la larga dictadura de Franco en España (1939-1945) y otras dos, respectivamente, de la memoria del terrorismo de Estado durante la dictadura de 1976-1983 en Argentina y de la memoria del terrorismo de ETA en el País Vasco a finales del siglo XX. En conjunto, la materia prima para el análisis está en su mayor parte formada por obras de muy distinto carácter que han dejado por escrito quienes sienten ahora la necesidad de decir algo sobre un pasado histórico en el que uno o varios miembros de su entorno familiar o de su círculo de amigos, de los que poco o nada saben, se vieron implicados: en el lado de las víctimas, de los perpetradores de los crímenes o en un lugar – digámoslo así – intermedio o híbrido. Los escritos analizados se presentan unas veces como testimonios autobiográficos y otras como novelas de ficción, pero lo cierto es que suelen ser una combinación en diferentes dosis del componente autobiográfico y de lo propiamente ficcional. Por dicho motivo, se prestan a ser interrogados y explorados con una perspectiva amplia e innovadora que no sólo modifica la noción misma de testimonio, también el modo de concebir el complejo y contradictorio proceso de acercamiento a la “realidad” del pasado y de representación e imaginación del mismo en la memoria, en la historia, en la creación artística o por otras vías. La mayoría de los autores de los textos analizados forman parte de la generación posterior a la de aquellos que protagonizaron los hechos y sintieron sus efectos de un modo supuestamente “traumático”. Por tanto, podrían incluirse en lo que Marianne Hirsch denominó “la generación de la posmemoria”, motivo por el cual los artículos de este dossier toman en consideración el concepto de posmemoria y la teoría de Hirsch, para hacer uso de dicha propuesta, modificarla o apartarse de ella por diversas razones que van poniéndose de relieve.
El resultado de la discusión mantenida en nuestro seminario del pasado mes octubre nos ha llevado a no identificar, como hicimos al principio, “posmemoria” y “transferencia de memoria”, aunque ambas denominaciones tengan mucho en común. En efecto, los dos términos pueden mencionar un mismo proceso de transmisión de memoria cultural entre generaciones por medio de la comunicación de una a otra persona sobre todo en el ámbito de la familia, por lo que dicho proceso se distingue claramente de la memoria cultural promovida y configurada “desde arriba” por los poderes del Estado. De acuerdo también con las ideas expuestas por Marianne Hirsch, en la transmisión de una generación a otra hay algo que caracteriza eso que ella denomina “posmemoria” y nosotros “transferencia de memoria” y lo diferencia de la memoria colectiva de tipo tradicional, comunicada y transmitida también “desde abajo”, pero anterior a la dramática y profunda ruptura en la herencia cultural producida por ciertos acontecimientos históricos del siglo XX. De ahí la desconexión actual de los hijos o de los nietos con respecto a sus antecesores, a sus familias y a los demás grupos sociales que, en condiciones normales, habrían hecho posible la transmisión del recuerdo en los respectivos marcos sociales que estudió hace casi un siglo el sociólogo Maurice Halbwachs. Así como el propósito, una y otra vez formulado en la propia obra literaria, de recuperar el vínculo roto o fracturado por medio de una mezcla de indagación, a la manera del historiador, y de formas nuevas de expresión en los terrenos de la imaginación y de la estética, un claro indicador de la ruptura que trajeron consigo ciertos acontecimientos históricos dramáticos en la pasada centuria.
Razones hay, por tanto, para hablar de “transferencia de memoria entre generaciones” y de “posmemoria” como algo equivalente a la hora de referirnos al fenómeno de memoria que se manifiesta desde la década de los ochenta del siglo XX. Sin embargo, en la propuesta teórica de Marianne Hirsch las rupturas específicas que marcan de manera significativa la memoria de la segunda o tercera generación se relacionan con “el trauma histórico colectivo de la guerra, el Holocausto, el exilio y la condición de refugiado”, en particular con el trauma producido por el Holocausto. Como podrá comprobarse en este dossier, los autores que participan en el mismo proponen otras formas de concebir la aludida transferencia, dándole en consecuencia a dicho proceso una dimensión más amplia y que no lleva necesariamente al terreno del psicoanálisis ni siquiera por analogía. Al contrario, en especial por lo que atañe a lo que en España ha dado en llamarse “la memoria histórica”, son otras las razones, más bien de tipo ético-político, las que entran en juego para entender la ruptura producida en el lejano pasado y el intento de restablecer en la actualidad el vínculo por medio de nuevas formas de indagación y de expresión estética.
Una vez enunciada la problemática que en cierto modo permite poner en relación las distintas contribuciones de este dossier, diremos algo acerca de la singularidad de cada una de las aportaciones. A partir de la categoría de posmemoria, Luisa Tasca se pregunta por las razones de que la figura del niño, la víctima por excelencia como ella pone de relieve, ocupe un lugar central en dicho discurso y lo analiza desde distintos ángulos. En concreto, examina el discurso alemán sobre la segunda y tercera generación, pero no sólo el de los hijos y el de los nietos de las víctimas del Holocausto o de los criminales nazis, los más conocidos, sino también el de aquellos que vivieron su infancia durante la Alemania nazi y la guerra y por ese motivo se consideran también víctimas, y el de los hijos de estos Kriegskinder traumatizados por la guerra. De esa forma su estudio le lleva a entrar de lleno, de un modo crítico, en la supuesta inocencia del niño de la posmemoria y a preguntarse qué encontramos más allá, entre la despolitización del sufrimiento y la búsqueda de la verdad que se asume como una responsabilidad histórica y ética, y cuáles son las posibles consecuencias de un modo semejante de ver las cosas.
Hans Lauge Hansen rechaza la versión fuerte y literal de la teoría del trauma de Cathy Caruth y pasa revista a otras nociones de trauma en sentido más figurativo, para decantarse por la imagen de un “trauma social”, concebido en la obra de Jeffrey Alexander y en la de Berhard Giesen de una manera ligeramente distinta. Tras considerar un error la aplicación del concepto de posmemoria de Hirsch al estudio de la novela de memoria española, toma prestado de Sebastiaan Faber la idea de “novela afiliativa” para poner el acento en la peculiaridad española, dentro del discurso transnacional de memoria que ha ido expandiéndose en las últimas décadas. La novela de memoria en España está escrita por la generación de los nietos de los que vivieron la guerra y en la mayor parte de ella predomina el discurso centrado en las víctimas del franquismo. Sin embargo, desde hace muy poco se percibe un cambio al haberse incluido también la perspectiva del victimario, como viene haciéndose en otras partes del mundo desde finales del pasado siglo, si bien de un modo peculiar. Hans Lauge Hansen se plantea la cuestión de por qué esto no ha sucedido antes en España y centra la segunda parte de su artículo en el análisis de dos novelas recientes que dan cuenta de ese cambio de perspectiva.
Samuel O’Donoghue cuestiona el empleo de la “teoría de la posmemoria” en dos estudios sobre la novela histórica de la Guerra Civil española y ofrece ejemplos del uso problemático y reduccionista de dicha teoría. El cuestionamiento que hace de ese modo de concebir la “posmemoria” va seguido de una crítica a la propia obra de Marianne Hirsch, que pone en duda los supuestos fundamentos psicológicos sobre los que se sustenta la transferencia de autoridad testimonial de los antepasados a los descendientes y lleva a cultivar una actitud de reverencia hacia el género literario de la ficción histórica. A cambio, entiende que el concepto de posmemoria de Marianne Hirsch no menciona sólo algo que poseen las personas de la generación posterior a la de los testigos de los hechos, sino también el proceso imaginativo, de configuración por medio de la imagen y de lo escrito, para contrarrestar las discontinuidades en el paso de la memoria individual a la colectiva, un proceso que se lleva a cabo en obras de arte con el fin de que el recuerdo de la experiencia y la transmisión de ese recuerdo perduren. Se trataría de otro modo de concebir la posmemoria que, en vez de llevarnos a la idea de que el trauma de nuestros antepasados es capaz de interpelarnos en el presente, abriría un interesante espacio crítico de reflexión sobre cómo se transmite y se elabora el conocimiento del pasado histórico a las siguientes generaciones.
Teresa Basile pone de relieve desde el principio cómo en los últimos años han aparecido nuevas voces y nuevas prácticas políticas en el terreno de la memoria en Argentina, unidas a una segunda generación con gran producción artística en lenguajes múltiples y variados que abarcan la novela, el teatro y la poesía, la fotografía y el cine, el testimonio y los discursos críticos o la artes plásticas. En un momento de cambio en las políticas de derechos humanos, tras la llegada al gobierno de Mauricio Macri en diciembre de 2015 y el fallo en mayo de 2017 de la Corte Suprema de Argentina que aplicó a un acusado por graves delitos una ley benigna y lo condenó a pocos años de cárcel, la actitud de protesta de la hija de otro de los grandes represores hace que Teresa Basile se interese por los testimonios de estos “otros hijos”. Primero los analiza y agrupa en una variada gama de figuras y situaciones, entre los dos extremos de aquellos que defienden a sus padres y quienes les acusan, y luego se adentra en el estudio de tres obras de ficción. Todo ello unido al problema de cómo estos testimonios y estas ficciones permiten ir más allá de los límites de la representación e introducen nuevas problemáticas relacionadas con el vínculo familiar, el rol del padre y el espacio de los afectos.
Mari Jose Olaziregi estudia otra figura central en la transmisión de la memoria de una generación a otra, la de la madre, hasta ahora muy poco tomada en consideración, y lo hace primero en la literatura vasca, para centrar más tarde su atención en dos novelas sobre el terrorismo de ETA que se han publicado recientemente. Destaca la peculiaridad que en este caso se manifiesta, tanto en la eclosión en los años 1990 del tratamiento del terrorismo en la novela vasca desde el punto de vista del victimario (el terrorista) y no de la víctima, como en otros países, y asimismo en el cambio que últimamente ha ido dándose a favor de las víctimas, justo en sentido contrario a lo que ha sucedido en el discurso sobre la Guerra Civil española. Mari Jose Olaziregi diferencia entre la autoría femenina y la masculina en la novela sobre ETA y destaca cómo el papel tradicional de las mujeres en la transmisión de la memoria en el nacionalismo vasco, incluso en el radical, empezó a ser criticado a finales del pasado siglo y hoy es puesto en entredicho. En la segunda parte de su artículo analiza y contrasta las representaciones de las madres protagonistas de dos novelas que han tenido una recepción excepcional, tanto por lo que se refiere al número de lectores, como por el juicio de la crítica.
A los cinco artículos anteriores se añaden dos contribuciones que han sido pensadas para tratar diversas cuestiones relacionadas o no con el fenómeno y la problemática de lo que hemos denominado transferencia de memoria, pero que guardan una estrecha relación con la temática de este dossier. La entrevista de Patrick Eser a Andrea Huyssen, de quien son muy conocidos sus estudios sobre las distintas manifestaciones locales y transnacionales del fenómeno de la memoria de nuestros días y cuya obra puede considerarse una de las más valiosas contribuciones al análisis y a la compresión del mismo, se centra en el estado actual de los memory studies. En ella se destaca el reciente debate sobre la memoria, la cuestión del trauma y la transmisión generacional, y varios asuntos de indudable relieve relacionados con transnacionalización de la memoria y la memoria transnacional. Por otra parte, hemos considerado de mucho interés la transcripción de la conversación sobre historia y ficción que en septiembre de 2016, en la sesión inaugural del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Justo Serna mantuvo con Javier Cercas. Las novelas de este último, un conocido escritor con numerosos lectores dentro y fuera de España, en especial las que giran en torno a la Guerra Civil española, desde Soldados de Salamina en 2001 a El monarca de las sombras en 2017, se prestan también al análisis y a la controversia desde la perspectiva de este dossier.
Por último, queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a Teresa Basile, Hans Lauge Hansen, Samuel O’Donoghue, Mari Jose Olaziregi y Luisa Tasca, las tres autoras y los dos autores de los artículos que ahora publicamos. No sólo intervinieron en el seminario del mes de octubre, sino que aceptaron discutir varias veces sus textos, revisarlos e introducir modificaciones con vistas a la publicación en nuestra revista. Vaya también por delante nuestra gratitud a Javier Cercas, Patrick Eser, Andrea Huyssen y Justo Serna por su valiosa contribución en forma de entrevista o de diálogo. Nuestro agradecimiento queremos hacerlo extensivo a todas las demás personas que participaron en el citado encuentro internacional celebrado en Valencia, de modo muy especial a quienes en aquella ocasión también presentaron textos, de acuerdo con el orden de sus intervenciones: Ulrich Winter, Joan Oleza, Sergio Sevilla, Fernando Molina, Lourdes Otaegui, Pío Pérez y Gurutze Lasa, Valentina Ripa, Dorothée Delacroix, Francisco Javier Capístegui, Raquel Macciuci, Boris Hau, Teresa Pinheiro y Sara Santamaría2; así como a Luz Souto y Nuria Soriano, que se hicieron cargo de la secretaría técnica de dicho seminario. Gracias también a Mónica Bolufer, Anaclet Pons y Mª Cruz Romeo por la ayuda recibida entonces y de nuevo en la preparación de este dossier.
El comité éditorial quiere agradecer a Chiara Dal Canto para su ayuda y su mirada experta, Mathieu Ducournau, Emilio Isgró, Maria Lai y Anna Maria que aceptaron que sus obras figuraran en este número y finalmente la Nuova Galleria Morone (Milan), la Galerie Chevalier (Paris), el Archivio Emilio Isgró (Milan) y la Galeria Raffaella Cortese (Milan) que contribuyeron graciosamente en la realización de este dossier. Finalmente el comité agradece a Vanessa Jérome y a Sébastien Malaprade que se encargaron de la publicación en línea de los tres primeros núméros de la revista.
Valencia, 6 de abril de 2018.
Notes
1
Véanse la presentación, a cargo de Sabina Loriga e Isabelle Ullern, y los artículos del dossier “Passés non maîtrisés”, incluidos en el número 1 de Passés Futurs.
2
La mayoría de estas otras contribuciones está previsto que aparezca, unas en la sección miscelánea de esta misma revista, y otras en sendos dossiers dedicados respectivamente a España y a América Latina en la revista Pasajes de pensamiento contemporáneo.